Resulta chocante que en pleno debate de los Presupuestos Generales del Estado, con el equipo económico del Gobierno defendiendo a capa y espada la superstición del déficit cero como factor creador de riqueza y la rebaja o congelación de impuestos como reclamo electoral, el nuevo alcalde de Madrid se haya descolgado con un presupuesto municipal que contradice abiertamente los criterios económicos expuestos machaconamente por su partido.
Donde Rato y Montoro dicen "equilibrio presupuestario", Alberto Ruiz-Gallardón defiende el endeudamiento como fórmula para financiar las obras que, en su opinión, necesita Madrid; donde el equipo económico oficial menciona la reducción de impuestos, el alcalde aplica subidas casi traumáticas en los impuestos directos (23%), indirectos (29%) y tasas (25%). Su modelo económico, el mismo que practicó de forma implacable en la Comunidad Autónoma, incluye la inversión masiva en obra civil, poca o nula preocupación por la deuda -ha dejado una herencia de 8.000 millones de euros- y la determinación de acudir a todos los recursos disponibles, bancarios o tributarios, para financiar sus proyectos.
Este keynesianismo para constructores, evidente en el aumento de la inversión pública en nada menos que el 26%, tendrá consecuencias importantes para los bolsillos de los madrileños. Las subidas en el impuesto de bienes inmuebles (IBI), que acrecentarán la recaudación por ese impuesto en un 24%, se aproximan a un auténtico catastrazo, agravado además por la amenaza de un recargo -de difícil aplicación práctica- para los pisos vacíos; las tasas de aparcamientos, agua y vehículos también subirán. Madrid seguirá siendo una ciudad en obras, pero probablemente mucho más cara... y más endeudada.
Ni el Gobierno ni el Ayuntamiento han explicado de forma razonable esta profunda discrepancia entre lo predicado por el PP y lo practicado en la principal ciudad que gobierna. ¿Tiene el PP un modelo económico para los ayuntamientos distinto del que aplica en el ámbito nacional? El portavoz Zaplana considera, con su logomaquia habitual, que es una "exageración" suponer que un presupuesto municipal pueda romper la política de los Presupuestos Generales del Estado. Pero se guarda de explicar cómo existen sensibilidades económicas tan opuestas en un mismo partido.
El Ayuntamiento insiste en que los aumentos tributarios no supondrán crecimiento de la presión fiscal. Salvo que el municipio sostenga que la renta de los ciudadanos aumentará el año que viene por encima del 20% le será difícil explicar cómo puede elevar sus ingresos en tamaño porcentaje sin tocar la presión fiscal. Es un ejemplo más de los galimatías verbales que se organizan en el entorno del PP para desmentir la realidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 30 de octubre de 2003