Basada en todos los tópicos sobre el maquiavelismo de las mujeres y su capacidad para conducir al hombre a su perdición, con protagonismo de una Liv Tyler a mayor gloria de cuyas prodigiosas curvas se ha hecho la película, y producida por un Michael Douglas que se reserva un pequeño pero jugoso papel, Divina pero peligrosa, más bien obvio título hispánico del neutro Una noche en McCools -la noche y el nombre del bar en el que toda la acción comienza-, es una comedia considerablemente pasada de vueltas, una exageración de comicidad asegurada por, al menos, dos elementos inteligentes.
Uno, la capacidad del director Harald Zwart (o de su productor; pero eso es lo de menos) para cargar tanto las tintas sobre la ingenua malignidad de su protagonista como para hacerla virtualmente inocua: peor parados que la muchacha, que al fin y al cabo tiene un proyecto en la vida (absurdo, pero proyecto al fin: vivir en una casa "como la de las revistas", es decir, de un hortera vomitivo) salen todos los machos con los que se cruza, que ante su portentoso físico trocan cerebro por entrepierna, y así les va. Y el segundo elemento positivo de la película es un guión lleno de situaciones desopilantes: un policía gordo, católico y sentimental, un abogado masoquista, un muerto de hambre que se merece casi todo lo que le pasa, un irónico asesino a sueldo con un tupé que para sí querría el mismísimo Elvis...
DIVINA Y PELIGROSA
Dirección: Harald Zwart. Intérpretes: Liv Tyler, Matt Dillon, John Goodman, Michael Douglas. Género: comedia. EE UU, 2001. Duración: 93 minutos.
Divina pero peligrosa es directa, abusa de la casualidad, pero se ve de un tirón; y no es Mrs. Tyler el menor de sus atractivos, con perdón.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 31 de octubre de 2003