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Crítica:

Vísperas de la democracia

Javier Tusell y Genoveva G. Queipo de Llano investigan el papel de Carlos Arias Navarro como presidente del Gobierno entre diciembre de 1973 y julio de 1976. Nuevas fuentes iluminan esta mirada sobre aquella "transición a la transición".

Mientras sigan viviendo protagonistas y espectadores de la transición dispuestos a escribir sus memorias e investigadores dedicados a rastrear archivos públicos y privados, la historia del restablecimiento de la democracia en España permanecerá abierta. Otra cosa será la capacidad de las novedades para revisar las grandes líneas del relato o la interpretación del proceso; probablemente las revelaciones sólo resultarán significativas en los ámbitos protegidos hasta ahora de la curiosidad historiográfica por su mayor opacidad: el proceso de toma de decisiones del Rey en el contexto de su entorno áulico, las Fuerzas Armadas y la influencia de la coyuntura internacional.

La investigación de Javier Tusell y Genoveva G .Queipo de Llano sobre el mandato de Carlos Arias Navarro, designado presidente del Gobierno por Franco en diciembre de 1973 y mantenido en el cargo por el Rey desde noviembre de 1975 hasta su cese en julio de 1976, aporta buena información de ese género que ayudará a entender mejor aquellos dos años y medio. El archivo personal de Arias Navarro y los papeles de Eduardo Navarro (vicesecretario general del Movimiento con Adolfo Suárez) y Licinio de la Fuente y Fernando Suárez (vicepresidentes del Gobierno con Franco), complementados con los testimonios de otros protagonistas del periodo (los ex ministros Carro y León Herrera, Juan Antonio Ortega, Gabriel Cisneros o Antonio del Valle), son las principales fuentes de esa nueva mirada sobre la transición a la transición ocurrida entre el asesinato de Carrero Blanco y el nombramiento de Adolfo Suárez. No dejan de resultar sorprendentes, por ejemplo, las relaciones epistolares del general Manuel Gutiérrez Mellado con Arias Navarro y su decidido apoyo al llamado espíritu del 12 de febrero. La investigación permite fechar en marzo de 1976 una reunión de altos mandos militares en el domicilio del teniente general Pérez Viñeta (asistieron los generales Iniesta, Liniers y Cano Portal) para hacer llegar al Rey un informe crítico sobre los planes de reforma política.

TIEMPO DE INCERTIDUMBRE. Carlos Arias Navarro, entre el franquismo y la transición (1973-1976)

Javier Tusell y Genoveva

G. Queipo de Llano

Crítica. Barcelona, 2003

392 páginas. 23,90 euros

La biografía de Arias Navarro (1908-1989) explica en gran medida las razones de su estrepitoso fracaso como primer presidente de Gobierno de la monarquía. Tras licenciarse en derecho y ganar en 1929 unas oposiciones al cuerpo técnico del Ministerio de Justicia, sería destinado a la Dirección General de Registros y de Notariado. Parece una broma del destino que su inmediato superior en la jerarquía administrativa fuese Manuel Azaña; después de que Arias Navarro ingresase en la carrera fiscal, visitaría en 1933 al jefe del Gobierno de la II República antes de viajar a Málaga para incorporarse a su destino como funcionario.

Pero sería la Guerra Civil el

crisol de la ideología política de este arquetipo de hombre del 18 de julio. Habilitado como capitán del Cuerpo Jurídico Militar tras la toma de Málaga por los rebeldes en febrero de 1937, Arias Navarro participaría como fiscal en la feroz represión contra los leales a la República de los tribunales castrenses en Málaga, Talavera, Bilbao, Santander y Castellón. Concluida la guerra y tras una breve retirada a la vida profesional (ganó las oposiciones a notarías), fue gobernador civil y jefe provincial del Movimiento en León, Santa Cruz de Tenerife y Navarra. El general Camilo Alonso Vega le nombraría director general de Seguridad en 1957; designado alcalde de Madrid en 1965, Franco hizo incluir su nombre como ministro de la Gobernación en la lista del Gobierno presidido por Carrero Blanco en junio de 1973. No deja de resultar paradójico que el magnicidio del almirante -su departamento hubiera debido prevenir el atentado- le abriera seis meses después las puertas de la presidencia del Gobierno.

El retrato trazado por Tiempo de incertidumbre permite concluir que Arias Navarro fue el modelo del franquista a secas: un alto funcionario del Estado marcado a sangre y fuego por los terribles recuerdos de la Guerra Civil, eficaz como burócrata, autoritario de carácter, desconocedor del mundo más allá de las fronteras españolas, implacable en la labor represora, receloso ante la demagogia falangista, desconfiado frente a los tecnócratas del Opus y desgarrado entre su condición de católico a machamartillo y su anticlericalismo de derechas (como el caso Añoveros revelaría). Su idoneidad para desempeñar cargos políticos durante la dictadura no resistió la prueba de fuego del mandato del Rey para iniciar el tránsito gradual y pacífico desde las instituciones franquistas hasta la democracia representativa. "Nunca tuvo la personalidad suficiente", concluyen los autores del libro", para ser presidente: se embarullaba en las decisiones fundamentales, avanzaba e inmediatamente frenaba y echaba marcha atrás y, al mismo tiempo, se enzarzaba en disputas inacabables con quienes había nombrado".

A partir de su cese, Arias Navarro hizo de la necesidad virtud y acentuó los rasgos más ortodoxamente franquistas de su ideología; según cuenta López-Rodó, el dolorido comentario de Arias Navarro al escuchar del Rey la invitación a que presentase la dimisión fue recordar que en ese mismo salón del Palacio Real Alfonso XIII había sustituido a Antonio Maura por un masón como Segismundo Moret. En las primeras elecciones democráticas de 1977 se presentaría a senador por Madrid bajo el patrocionio de la Alianza Popular de Manuel Fraga: la derrota no hizo sino confirmarle que su tiempo político había pasado.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 1 de noviembre de 2003

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