A Michael Vatcher se le caen las llaves del coche y seguro que suena música; Lindsay Horner tiende ropa en una cuerda y se puede apostar a que deja una vibración musical flotando; Michael Moore sopla en el aparato del control de alcoholemia y con toda probabilidad deja depositado algún armónico en el tubo. Moore, Horner y Vatcher forman un trío de asombrosos músicos naturales, más o menos afín a lo que genéricamente se conoce como vanguardia, pero disconforme incluso con el contenido de etiquetas tan halagadoras y subjetivas.
El trío se presentó en el San Juan Bautista con Jewels and binoculars, un proyecto del año 2000 en homenaje a la música de Dylan: joyas polifacéticas de brillantez discreta y binoculares para no perderse ni el detalle más oculto. Puede que las sagradas canciones de Mr. Zimmerman no constituyan ejemplos de riqueza armónica para un buen improvisador, pero el trío encontró sus secretos poéticos. Con sus instrumentos de lengüeta, Moore adoptó un fraseo siempre cantable en la exposición y se mostró un improvisador horizontal, pegado como una sombra a la melodía de Boots of Spain leather, I want you, Dark eyes, Visions of Johanna o Masters of war. Esas y otras maravillas recibieron un tratamiento camerístico, calmoso y paciente como el paso de un nómada que, conociendo su meta, quiere disfrutar del tránsito.
Jewels and binoculars
Michael Moore (clarinete, clarinete bajo, saxo alto y melódica), Lindsay Horner (bajo eléctrico vertical) y Michael Vatcher (batería y percusión). Auditorio San Juan Bautista, Madrid, 31 de octubre.
Horner marcó el ritmo de marcha con una autoridad elástica, asido a una afinación intachable y a una sonoridad majestuosa, mientras Vatcher creó atmósferas encantadas con utensilios tan prosaicos como un estropajo de aluminio o un ramillete de varillas metálicas que, aunque cayeron al suelo de forma aleatoria, sonaron a verdad de silogismo. A modo de contraste, también ofrecieron algún atractivo destello de abstracción, sobre todo en las introducciones, pero Moore y los suyos sabían que el protagonista era Dylan, y dedicaron todos sus afilados talentos a recrear su música.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 2 de noviembre de 2003