¿De verdad no nos importa nada? No puedo creer que nos dé igual que se hagan guerras injustas con nuestro ferviente apoyo sin que nos rebelemos, ni que nadie proteste cuando nuestro presidente ha descubierto su ardor guerrero y proclama a los cuatro vientos la conveniencia de los ataques anticipatorios, él que busca erradicar el terrorismo atacando las consecuencias en lugar de las causas.
Me parece imposible que nos deje indiferentes el precio injustificado y abusivo de la vivienda, o el de los tomates, que no nos conmuevan las peores catástrofes ecológicas, y que ante la nefasta gestión de las mismas permanezca dormido nuestro sentido crítico. Debo estar soñando todo esto, no puede ser que no nos interese la educación dirigida que se pretende dar a nuestros hijos, ni el estado penoso de la sanidad pública, ni la precariedad del trabajo...
Quizá tenga razón Vicent cuando dice que "en medio de este estercolero nacional, los ciudadanos respetables han pactado con el Gobierno el conformismo, la corrupción, los escándalos, los atropellos y las injusticias a cambio de un cierto bienestar económico".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 3 de noviembre de 2003