El guardia civil Miguel Gómez, de 31 años, natural de Córdoba y destinado actualmente en el Puerto de Sagunto, ingresó a las seis de la tarde de ayer en la prisión militar de Alcalá-Meco (Madrid) para cumplir una pena de tres meses y un día, acusado de un delito de abandono del servicio de armas. El agente se comió un bocadillo en horas de servicio en una habitación del aeropuerto de Hondarribia (Guipúzcoa), cuando fue sorprendido con un compañero, por un mando.
Las movilizaciones sociales y las protestas de las asociaciones de la Guardia Civil no lograron parar la ejecución de la sentencia. Los hechos ocurrieron en junio de 1999. Un un comandante les abrió un expediente disciplinario que acabó con un juicio en el Tribunal Togado Militar en A Coruña y una condena de tres meses y un día.
El guardia civil calificó de "aberrante e injusta" una pena tan alta para lo que consideró "una falta laboral". Unas 60 personas llegadas de toda España, integrantes de colectivos como la Asociación de Familiares y Amigos de la Guardia Civil o de la Asociación Unificada de Guardias Civiles además de sindicatos policiales, arroparon al acusado antes de ingresar en prisión y corearon gritos como "Es una agente, no un delicuente", "Hoy todos somos Miguel" o "Libertad, libertad, libertad".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 4 de noviembre de 2003