Justificado o no por motivos sanitarios, el cierre de ayer evoca las peores crisis en torno a Gibraltar, de las que la propia verja es el símbolo por antonomasia. Y las epidemias e infecciones no han sido ajenas a esos enfrentamientos.
Los ingleses alegaron, en efecto, en 1815 y 1834, emergencias sanitarias en su territorio para extender su ocupación al istmo que une el Peñón con La Línea de la Concepción, más allá de lo que les permitía el Tratado de Utrecht.
La verja, levantada por los británicos entre 1908 y 1909, tres años después de que el rey Alfonso XIII hiciera un viaje a Londres que no contribuyó a mejorar las cosas, vino a consolidar aquella situación ilegal.
El cierre de la verja nos retrotrae, por otra parte, a las peores políticas del franquismo, aquella que buscó el aislamiento total de los llanitos y a la que éstos recurren ahora para explicar los sentimientos antiespañoles de varias generaciones que crecieron sin posibilidad alguna de contacto con la Península.
Franco clausuró, en efecto, la frontera en 1969, como represalia por la entrada en vigor de la Constitución de Gibraltar, que España considera todavía hoy una simple "carta otorgada". La verja no se reabrió hasta 26 años más tarde, cuando en 1982 Leopoldo Calvo Sotelo y Margaret Thatcher iniciaron el diálogo sobre bases democráticas.
Desde entonces, el Reino Unido ha denunciado que España impone retrasos políticos para el cruce de esa frontera y el Gobierno de Madrid ha replicado que Londres puede suprimir la divisoria que levantó hace casi un siglo, si la situación no le gusta.
Pero el cierre total de la verja de Gibraltar ha sido tabú. Dados los antecedentes, no deja de parecer un sarcasmo que ahora haya sido aplicado precisamente por razones sanitarias.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 4 de noviembre de 2003