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Editorial:

Aurora en Gibraltar

El Gobierno británico considera "desproporcionada e inútil" la decisión de las autoridades españolas de cerrar ayer la frontera con Gibraltar, algo que no ocurría desde 1985. El motivo fue la escala -de menos de doce horas- del buque Aurora, dedicado a cruceros turísticos, en el que se había declarado días atrás una epidemia de una variante de gastroenteritis de origen vírico, de escasa gravedad pero sumamente contagiosa. La cuestión que se plantea es si una cuarentena de ese tipo se habría decretado si no se hubiera tratado de Gibraltar; es decir, si estamos ante una medida sanitaria o ante un gesto político con pretexto sanitario.

En el barco viajan, entre pasajeros y tripulantes, más de 2.500 personas. Es ese factor, la cantidad de personas expuestas, lo que da mayor entidad a un problema que en sí mismo no es grave: la enfermedad cura en 24 o 48 horas; pero el hecho de que hayan llegado a padecerla estos días más de quinientos pasajeros indica la rapidez con que se transmite. Ése fue el motivo que invocaron las autoridades griegas para negarse el jueves pasado a autorizar el previsto desembarco de los turistas en el puerto de El Pireo.

Desde entonces, y sabiendo que el barco llegaría el lunes a Gibraltar, las autoridades sanitarias españolas estuvieron en contacto con las británicas para conocer la naturaleza y alcance exacto del brote. Según la ministra Ana Pastor, que ayer tuvo el acierto de desplazarse a la zona, la falta de respuesta de Londres fue la causa de la decisión de cerrar la frontera. Algún factor adicional, como el fallecimiento de un pasajero por un infarto, reforzaron la alarma y, por tanto, la conveniencia de una información precisa.

No es lógico que no la haya entre dos países socios de la UE; pero, además, los motivos históricos de irritación española se vieron agravados hace un par de años con el episodio del Tireless, el submarino nuclear británico fondeado para su reparación en aguas de Gibraltar. Ya entonces el problema fue el desprecio de Londres para las justificadas inquietudes españolas por la falta de información. De ahí las dudas sobre si la reacción española estuvo motivada por la necesidad de evitar, más que el riesgo de contagio -casi nulo-, la alarma de una ciudadanía ya escamada, o si se aprovechó la circunstancia para llamar la atención una vez más sobre el anacronismo de la situación colonial del Peñón. En ambos casos, la decisión española está justificada.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 4 de noviembre de 2003