No todos son iguales. No se puede pretender que la persona que es mala, que abusa de los más débiles, que hace todo lo posible por romper el buen ambiente y la convivencia de su entorno, reciba la misma calificación por parte de los demás, que las personas que pasan por la vida de una forma normal, con cosas elogiables y criticables.
De estos primeros, los malos por naturaleza, nos tenemos que desentender lo más posible y cuanto antes, para poder combatir de alguna forma su carácter miserable y depredador, e incluso cuando se hagan viejos hay que seguir ignorándolos, porque se recoge lo que se siembra, aunque se tengan cien años y estén imposibilitados. ¿Acaso habría que sentir pena o simpatizar, por ejemplo, con los viejos dictadores, solo por el hecho de que están muy mayores?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 4 de noviembre de 2003