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Crítica:DANZA | Sección dorada I

Buenas intenciones y escala errónea

Aun dejando claro las presumibles buenas intenciones de los gestores, el representar estas obras de solos coreográficos contemporáneos en el ámbito espacial y estético del Teatro Real es un despropósito que refleja con claridad qué consideración se le da al ballet y a la danza en general dentro de la programación de tan importante institución. Es un error logístico y de escala que no lo salva siquiera el haber acotado para la ocasión el foso y parte del proscenio. Sigue sin entenderse por qué la danza en el Real debe ser un parche recurrente que rezuma improvisación e incluso un olímpico desinterés.

Gelabert-Azzopardi Companyia de Dansa

In (Goldenen) Schnitt I (Sección dorada I): Coreografía: Gerhard Bohner (1989). Reconstrucción e interpretación: Cesc Gelabert. Instalación espacial: Vera Röhm. Vestuario: Olaf Carlshon. Teatro Real. Madrid, 5 de noviembre.

Paga el pato esta vez un artista serio e importante como es Ces Gelabert y resulta inexplicable e incomprensible que el Real no haga lo que hacen decenas de teatros de ópera de todo el mundo: relacionarse con otro espacio de escala adecuada, aunque sea a extramuros de sus grandes dominios de la plaza de Oriente. Hay poder y dinero, pero no para la danza. La respuesta burocrática de que cuesta dios y ayuda vender las entradas para la danza no deja de ser un argumento espurio e inaceptable. Y fomentar el público (ésta es una de las obsesiones de Gelabert) no es simplemente incluir dos o tres títulos por temporada.

Pero Gelabert, con enorme dignidad y buen talante, ha encajado la situación y ha salido de ella profesionalmente, con elegancia, con altura (este mismo trabajo se vio hace un año en el teatro de La Abadía). El catalán sigue siendo él mismo a pesar de las estrictas medidas planimétricas y espaciales que marcan el legado coréutico de Bohner, impone su personalidad y su ritmo por encima del material precedente. Y aclaremos que no se trata solamente de metros cuadrados de escenario. Hay también una escala moral a la hora de tratar la danza y estos trabajos en el Real no dejan de ser una incongruencia.

Las series doradas I y II son un ejercicio complejo y consciente de Bohner donde el bailarín se somete a una repetición prismática, en cierto sentido de inspiración cubista, donde la geometría, el alcance de los ángulos corporales en juego con los elementos plásticos estructura unos desarrollos que se conectan entre sí. Bohner se sirvió además de la música, de una música que ha sido incluso analizada más de una vez a la luz de las matemáticas modernas: El clave bien temperado, con una interpretación grabada, heterodoxa y más que discutible de Keith Jarrett; en la segunda sección dorada (pasado mañana), será con el piano en vivo. Lo cierto es que Gelabert ha salvado para el repertorio vivo de la danza moderna unas coreografías de gran mérito y poder analítico y esto siempre es de aplaudir y de admirar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 6 de noviembre de 2003