Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
Crítica:CRÍTICAS

Se acabó el juego

Lo que comenzó como una excelente película de ciencia-ficción, en la que se unían una novedosa estética y una historia de múltiples referencias (de la mitología griega a la fe cristiana, pasando por la cibernética y la filosofía de Platón o Descartes, ha terminado como un producto de marketing estirado hasta la hinchazón.

Los hermanos Wachowski se habían subido a la cúspide del éxito gracias a Matrix (1999). Pero lo que parecía una película más que cerrada con la ascensión de Neo a los cielos, cual Jesucristo de la era cibernética, pasó a ser sólo el primer paso de un ambicioso proyecto que, dicen, estaba fabricado desde el inicio como una trilogía. Ante tal afirmación no queda más remedio que una actitud creyente.

MATRIX REVOLUTIONS

Dirección: Larry y Andy Wachowski. Intérpretes: Keanu Reeves, Carrie-Anne Moss, Laurence Fishburne, Hugo Weaving. Género: ciencia-ficción. EE UU, 2003. Duración: 129 minutos.

Eso sí, vistas las tres entregas, la declaración de intenciones suena a chiste sin gracia porque la segunda, Reloaded, no es más que una estación de tránsito, un carrusel de (mal) cine de acción, ese que antepone los saltitos, los disparos y las bombas atronadoras a cualquier guión coherente, un desastre repleto de arbitrariedades que se saltaba algunas de las normas básicas de una serie con pretensiones de unidad (eso que en televisión llaman la biblia).

Matrix Revolutions levanta un poco el vuelo (cosa nada difícil), aunque no remata en absoluto, entre otras razones porque el cierre de la trilogía, ese que tiene que atar los mil cabos sueltos, es un mar de confusiones. Y no porque las teorías sean difíciles de asimilar, elevadas filosóficamente hablando, al estilo del Stanley Kubrick de 2001, una odisea del espacio, sino porque huyen de toda lógica narrativa. A los Wachowski se les olvidaron los libros de filosofía en un rincón tras las primeras entregas y ahora quieren ser profundos siendo confusos.

En esta tercera parte abandonan las secuencias de acción durante los primeros 50 minutos (apenas hay un par de destellos), para volver a la potencia visual de ciertos escenarios (como en la inquietante estación de Metro). Sin embargo, llegado un lamentable momento, deciden acumular toda la mecha en una interminable escena en la que los rebeldes de Sión luchan contra las máquinas. Veinte minutos en los que incluso se les olvida el personaje de Neo, un protagonista que no se sabe por dónde anda (o vuela). Para colmo, en Revolutions se manejan unas claves y unos datos que para poder captarlos es necesario no ya haber visto las dos primeras películas la noche anterior, sino haberlas estudiado durante meses.

Los Wachowski recaudaron con la segunda más del doble que con la primera, y puede que hagan lo mismo con la tercera. Pero parece que, definitivamente, se les ha acabado el juego. Ahora hay que volver a introducir monedas. La gallina de los huevos de oro ha muerto... a no ser que se atrevan a alimentarla de nuevo. Capaces son.

[Por otra parte, las precauciones tomadas por la industria estadounidense para limitar el pirateo de copias de Matrix Revolutions no van a tener ningún efecto, al menos en China, donde los expertos contaban ayer con tener copias de la película en el mercado negro en apenas tres días y a un precio cinco veces más bajo que el de las salas, según informa Efe].

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 7 de noviembre de 2003