Primero, por su absoluta falta de puntería, especialmente por lo que respecta a un desafortunado Xisco. Después, porque se encontró enfrente con una máquina de dar patadas. Y, por último, porque un árbitro escocés fue muy complaciente con la reiteración de faltas.Por todo eso se quedó ayer el Valencia seco. Pese a dominar el encuentro abrumadoramente. Y pese a disponer de un carro de ocasiones de gol. Por lo visto, agotó toda su pólvora el domingo en Son Moix. De modo que el Valencia viajará sin ninguna renta a Esmirna (Turquía), donde se disputará el choque de vuelta para evitar el avispero israelí. Le toca sufrir.
VALENCIA 0 - MACCABI HAIFA 0
Valencia: Palop; Garrido, Ayala, Marchena, Carboni; Vicente, Albelda (Oliveira, m. 74), Baraja, Xisco; Aimar; y Mista (Canobbio, m. 61).
Maccabi: Dadidovitch; Harazi, Benado, Ejiafor (Badeer, m. 35), Keise; Rosso, Zano, Britez, Tal, Katan (Zanberg, m. 85); López (Keinan, m. 92).
Árbitro: Kennet Clarck (Escocia). Amonestó a Zano, Brítez, Marchena, Katan y Keise.
Unos 25.000 espectadores en Mestalla.
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Una masa pegajosa se extendió sobre el césped de Mestalla. Era el Maccabi, que defendió armado hasta los dientes (con 10 hombres), perdió tiempo y se fue de rositas al descanso. Misión cumplida. Claro que a ello contribuyó el Valencia, que falló en lo fundamental. Ante un rival tan enroscado como el israelí, cabía abrir el campo por las alas. Pero Benítez pinchó en la elección de los extremos. Ni Vicente por la derecha ni Xisco por la izquierda. Los dos estaban fuera de su hábitat natural.
El cuadro local empezó a paladear la frustración cuando se fue al descanso de vacío. Había atacado con profusión, había descargado unas dosis de energía y, sin embargo, nada. Cierto que no hubo ni la tensión de las grandes citas, ni, por supuesto, el apasionado aliento habitual del público. Pero, una vez más, el derroche de los valencianistas, con Albelda a la cabeza, no podía ser puesto en duda.
Se trataba, por tanto, de ese tipo de partidos que, cuando lo destapas, todo marcha sobre ruedas. Se masca la goleada. Pero, ¿y si no marcas? Por mucho que Benítez hubiera advertido que éste era un adversario "trampa", la realidad fue mucho más cruda de lo imaginado. Empezaron a caer las ocasiones de gol y el meta Davidovitch se convirtió en el héroe israelí. Se sucedieron las llegadas, pero también los errores. Al final, los jugadores del Maccabi se abrazaron como si acabaran de lograr una gesta. Para ellos, lo era.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 7 de noviembre de 2003