El PP es clónico. Sus diputados tienen una conciencia única ante la guerra, ante la tierra y el trabajo, los salarios y las genuflexiones. Cuando alguno muestra un lunar distinto, los demás lo tapan. La Iglesia católica es clónica; sus cardenales se visten igual, y se encerrarán juntos para que el Espíritu Santo elija cuál de ellos va a ser Papa. El Opus es clónico. El Estado es un creador clónico del Ejército; y de la Guardia Civil. Quiere que sus provincias lo sean: clones de una España única, imperial. Escolares uniformados, enseñanza única. Va teniendo este PP clónico, hijo de un Franco clónico, éxitos: una España de endeudados que se creen propietarios, de amenazados en sus empleos que se creen ungidos por Aznar y le votan: y a sus clónicos. En esto, España vota "no" a la clonación en las Naciones Unidas: está a la cabeza de los países vaticanistas, después de Aznar. No iba a asistir en la ONU a la votación en que se debía decidir si la clonación de las células-tronco es libre o no porque ni siquiera quería oír ni mirar semejante sacrilegio. Pero cuando Bush hizo sus cuentas llamó a Aznar: "Manda a tus clones, chico, que perdemos". Los dos grandes beatos de la civilización occidental. Los padres de la guerra, de la globalización, del neoliberalismo. Quizá alguien llamara desde el Vaticano, donde el Papa ya no habla -pero recibe; "copia", como dicen los taxistas, de la estación central-, quizá Navarro Valls, o el mismo Ratzinger: "Corred, que perdemos". Pierden su clon, su propiedad sobre la vida y la muerte: Bush estimula los nacimientos pero ejecuta las penas de muerte (cuando fue gobernador firmó más ejecuciones que nadie; ni siquiera su padre, o su hermano: familia clónica) o envía los misiles más hermosos para acabar con los terroristas de Irak, de Pakistán, de Yugoslavia o de Palestina.
Quizá en toda esta mojigatería haya más residuos de antiguas órdenes que necesidades actuales. Los Estados controlaron siempre la natalidad de sus súbditos: la estimularon para tener más siervos y más soldados. Crearon en torno a eso largos capítulos de las religiones, las leyes y las costumbres. Poder para matar, poder para dar vida. Si ahora este sistema se democratiza, y cada laboratorio clona las células que le vienen en gana, y retrasan la vejez que genera pensiones y enfermedades sociales, y curan enfermedades que alteran el equilibrio demográfico, pierden fuerza. Y se oponen. Tienen detrás la moral y las armas para hacer moral lo que quieran.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 8 de noviembre de 2003