Hay cariños que llevan al desastre. Y la admiración fanática siempre aboca al ridículo, al esperpento. Puede ser que en Norteamérica y con la ingenuidad que caracteriza a esa cultura, los alardes como transformista de Richard Move despierten admiración y sonrisas. En otro contexto resultan patéticos, desproporcionados y gratuitos. Hasta dan vergüenza ajena, pues sus esfuerzos vocales y corporales por imitar a Martha Graham están lejos de cualquier nobleza o justificación.
Richard Move juega a la ironía, a la parte más oscura de la personalidad de Graham, su inveterada y obsesiva inseguridad, su egoísmo, su actitud dogmática. Pero no consigue establecer una distancia que hubiera dado otro vuelo a su trabajo, y se queda en el show de puro divertimento. El gancho de usar nombres importantes de la danza para rellenar en cada plaza es un ardid publicitario que prueba su utilidad en el lleno que consigue. Su primera invitada en Madrid fue María Pagés, que hizo un baile breve e intenso, lo mejor de la noche junto al fragmento del filme de Charles Atlas que recoge muchas escenas del cine musical y de baile, algunos crueles y otros cómicos, todos memorables. También hay escenas filmadas del propio Move imitando a Graham en su entorno, con las esculturas de Isamo Noguchi detrás; en una escena sale ataviado con una copia poco ortodoxa del traje que le hizo Karinska a Martha Graham en 1959 para una escena de Episodes y donde apareció caracterizada como María Estuardo. Tuvo gracia este golpe de efecto, pero sigue siendo una muestra más de que se ha ido demasiado lejos en el canto mitómano.
Richard Move
Coreografía y textos: Richard Move. Interpretación: R. Move y Jennifer Binford; invitada: María Pagés. Música: Aaron Copland, Bernard Herrmann y Serguei Rachmaninov. Escenografía y sonido: Christopher Boyd. Vestuario: Pilar Limosner. Festival de Otoño. Teatro Pradillo, Madrid. 7 de noviembre.
Y al final este actor-bailarín no se resiste a la tentación de recrear Lamentation, el solo de 1930 que tanto ha sido imitado y que ha devenido en icono del estilo personal de la diva universal de la danza moderna. Con todo, tienen mucha más gracia y convicción los chicos del Trocadero, que en su momento también imitaron a Martha pero nunca cayeron en el error de creérselo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 9 de noviembre de 2003