Sandro Botticelli (1445-1510) conoció la fama en vida, hasta el punto de aparecer como el pintor de Lorenzo de Médicis, pero luego Leonardo, Miguel Ángel o Rafael le hicieron envejecer muy deprisa. No fue hasta finales del siglo XIX, a través del movimiento prerrafaelista, cuando el pintor florentino fue rescatado del olvido. Ahora en París -hasta el 22 de febrero, en el museo del Palacio del Luxembourg- y luego en Florencia -entre el 10 de marzo y el 11 de julio de 2004, en el Palazzo Strozzi- es posible descubrir otro Botticelli, más social, con mayor contenido histórico e informativo.
La exposición reúne 20 pinturas de Botticelli, cuatro dibujos suyos, así como un bordado y una tapicería realizados a partir de sus cartones, pero también pinturas y dibujos "de confrontación", obras de sus contemporáneos que abordan el mismo tema o semejantes problemas de composición, de Filipino Lippi a Leonardo, pasando por el taller del propio Botticelli o por Piero di Cosimo.
Los comisarios de la exposición, el francés Daniel Arasse y el italiano Pierluigi de Vecchi, dicen haber querido acabar "con el tópico del artista olvidado durante cuatro o cinco siglos para ser triunfalmente redescubierto a finales del siglo XIX travestido como pintor de la melancolía sofisticada".
Para Arasse, su obra es un continuo malentendido: "Se dice de él que ha inventado el desnudo, pero el desnudo de Botticelli es mitológico, no erótico". Según Arasse, ha habido que esperar a que gente inspirada en los trabajos de Aby Warburg volviera a servirse de los parámetros de la historia social para que Botticelli pueda ser "un pintor que entre 1470 y 1490 está al frente de la modernidad en Florencia al mismo tiempo que rechaza toda novedad".
La indiferencia por ciertas técnicas -nunca pintó al óleo-, su menosprecio de ciertos recursos -el claroscuro nunca figuró en su paleta- y su voluntad explícita de no respetar la realidad de la anatomía hacen de él alguien menos fácil de comprender de lo que parece.
Para De Vecchi es importante poner de relieve la maestría de Botticelli "en el arte de la narración, que siempre figuró entre sus preocupaciones centrales y constantes, alimentando su confrontación con obras de otros artistas, especialmente Donatello", y también lo es subrayar que el mismo episodio pintado por Filipino Lippi o Jacopo del Sellaio "no tiene dimensión política".
Botticelli la pone en primer plano tanto al incluir conclusiones históricas de las anécdotas como al presentar los personajes expresando su movimiento, furia o inquietud a través de la geometría compositiva o de los pliegues de la ropa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 10 de noviembre de 2003