Culmina la presencia de Cesc Gelabert en el Teatro Real con sus Preludis, obra de ensimismada madurez y gran riqueza expositiva. Concentrado, emotivo a ratos, acentuando la geometría y haciendo gala de su dominio de las manos y los brazos, el artista catalán volvió a demostrar cómo, si se tienen cosas que decir, con uno que las amplifique basta, pues Preludis discurre sin tiempo en una atmósfera de disquisición plástica y filosófica.
El decorado, con aires surrealistas y con un elemento corpóreo claramente inspirado en Isamo Noguchi, es una especie de gran reloj sobre el que evoluciona el bailarín y hace guiños a lo que se vio días pasados en el mismo escenario: de los solos de Gerhard Bohner a los suyos propio en una evolución natural y hasta transparente. Son fragmentos solitarios enlazados por la música, preludios de diferentes épocas y estilos. Hay incluso una conexión establecida por Bach y también el concepto espacial remite a las "secciones doradas" de Bohner. Como en la velada anterior, poco público y una reacción más bien fría.
Gelabert-Azzopardi Compañia de Dansa 'Preludis'.
Coreografía e interpretación: Cesc Gelabert. Música: J. S. Bach, F. Chopin, C. Debussy, F. Mompou y C. Santos. Escenografía: F. Amat. Piano: Jordi Camell. Vestuario: Manuel Peña. Teatro Real. Madrid, 8 de noviembre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 10 de noviembre de 2003