No despegan los labios de las embocaduras y con la técnica de respiración circular soplan sin desmayo en el duduk, una caña de madera de albaricoquero, de entre 28 y 40 centímetros y lengüeta doble, de timbre nasal y melancólico. El armenio Djivan Gasparyan, que tiene un aire al actor francés Jean Gabin, es a sus 75 años un músico de presencia luminosa. Uno de los grandes. Y no es cuestión de currículo -Brian Eno, Michael Brook, Kronos Quartet... o bandas sonoras como la de Gladiator-, sino de la emoción que es capaz de transmitir con esa especie de oboe arcaico de sólo una octava, convertido por él en instrumento solista.
El martes, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, Armen Ghazaryan y Vazgen Makaryan le hacían el bajo para unas melodías que igual salen del folclor armenio -punto de equilibrio entre la cultura oriental y occidental- que podría haber firmado Bártok. Hora y cuarto de deslumbrante belleza.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de noviembre de 2003