El Parlamento celebrará un homenaje a las víctimas del franquismo: el PP, no. Su portavoz dice que es "un regreso al pasado"; añade que "no aporta nada positivo". Será parte de los actos conmemorativos de la Constitución, de los que podría decirse que son "un regreso al pasado" y "no aportan nada positivo". De la Constitución sí diría que son interesantes los recuerdos y los exámenes: fue, en principio, un reglamento nacional con fines democráticos que debían poner fin al franquismo: luego, la derecha la agusanó, se la fue comiendo por dentro de tal manera que aunque las letras están íntegras, su significado ha ido siendo distinto: pero no se puede tocar.
Muchas de las víctimas del franquismo viven: no son regresivas, están aquí. Y viven hijas, nietos, viudas. La mala situación de las víctimas que produce una conmoción histórica perdura durante años; o siglos. Se cambian las clases sociales. La riqueza y la pobreza que repartieron los Reyes Católicos son hoy objeto de reivindicaciones históricas por regiones enteras; y su ocupación de tierras quiso remediarse por la República de 1931, y la reforma agraria incitó la revuelta de Franco. No es difícil ver hoy las posiciones que ocupan en la vida los que ganaron y los que perdieron la guerra. No creo que ninguno pretenda restitución, o despojo de los hijos de los asaltantes; sólo quieren que el 1 de diciembre se recuerde que hubo una España que se desmoronó defendiendo, más o menos -más bien más- unas fórmulas políticas de libertad que parecían haber triunfado con la Constitución. Habrá el homenaje en el Congreso: pero, al no estar presente el partido con mayoría absoluta, que niega su realidad, no tendrá carácter institucional: la izquierda seguirá siendo marginal.
Quizá esto sea un acto de nobleza por parte del PP: no negar su abolengo, y que en estos momentos se pueda decir que, evidentemente, no tiene por qué participar en un homenaje a los otros caídos, porque parecería que traicionaría unos ideales españoles que han heredado. El "regreso al pasado" que denuncian hace ver, sobre todo, que no ha pasado; que es de hoy mismo, y que una serie de sucesos del día se deben a ese españolismo de entonces. La izquierda institucional fue más clara: rescindió los contratos ideológicos con sus fundadores y con sus orígenes. Creo que se equivocó, perdió su norte: y en vez de homenajes debía hacer política básica.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 14 de noviembre de 2003