El Museo de Luxemburgo, anexo al Senado francés, ofrece una amplia exposición de la obra de Botticelli. Tal vez no sea el lugar óptimo, por su reducido espacio que limita las posibilidades de incluir en la muestra obras de referencia que enmarquen y sirvan de contraste a la veintena de trabajos del pintor florentino. Y tampoco el momento es el mejor, tras las duras críticas recibidas por la exposición precedente sobre Gauguin. El hecho es que, por lo menos en el día que la visité, y en la hora de apertura, la afluencia de visitantes era menor que en otras grandes exposiciones organizadas en París y se trataba además de un público de edad, con escasa presencia juvenil.
La exposición se abre con la excepcional Virgen con el niño, del Museo Fesch, en Córcega, que el joven discípulo de Filippo Lippi realiza en 1465, y se cierra con el Cristo en el jardín de los Olivos, de la Capilla Real de Granada. Es, pues, un amplio recorrido desde los momentos de ascenso del pintor hasta su etapa final influida por las predicaciones de Savonarole. La virgen de Ajaccio se encuentra acompañada de otras madonnas más conocidas, como la del Louvre o la de Capodimonte, y de las que van marcando la evolución pietista del pintor, tales como la conservada en el Museo de Piacenza y la de la colección Covacevich en Nueva York. El gran fresco de la Anunciación, de los Uffizi, ilustra este tema, así como las dos imágenes de san Agustín sugieren que el camino hacia la austeridad religiosa estaba anunciado en Botticelli mucho antes que entrara en escena Savonarole. El ciclo mitológico se encuentra representado por Palas y el centauro, con el emblema de los Medici dibujado sobre el ropaje de la diosa recordándonos una relación clientelar con los mecenas que reaparece en el famoso retrato del joven que exhibe la medalla del fallecido patriarca Cosme. Pero ya en esa etapa despunta el Botticelli defensor de la virtud republicana, en las dos magníficas escenas del Judith y Holofernes, que anuncian las grandes escenografías donde el pintor se sirve de los temas clásicos, la muerte de Virginia y la calumnia contra Apeles para ensalzar respectivamente la insurrección y la afirmación de la verdad contra el poder opresivo. A diferencia de Lippi en el tema paralelo de Lucrecia, la rebelión contra el tirano es la consecuencia esencial del dolor por la virgen mancillada; a diferencia de Maquiavelo, la acción política resulta inseparable de la defensa de la virtud.
BOTTICELLI DE LAURENT LE MAGNIFIQUE À SAVONAROLE
Museo de Luxemburgo
19 Rue de Vaugirard. París
Hasta el 22 de febrero de 2004
El pequeño Cristo doliente de Granada cubre sólo en parte el vacío producido por la ausencia de las dos piezas que hubieran hecho posible completar la trayectoria "de Lorenzo el Magnífico a Savonarole" anunciada en el subtítulo de la exposición: la Natividad mística y la dañada Crucifixión simbólica de Harvard. Aun sin ellas, la exposición de París permite apreciar la secuencia de mutaciones, debidas en gran parte a la evolución político-religiosa, y el fondo de continuidad que subyace a la obra de Botticelli. La armonía neoplatónica de la etapa medicea lleva consigo la conturbatio, la turbación visible en las anunciaciones, que ha de pasar a primer plano en las composiciones de los tiempos de crisis. Y en sentido contrario, la concepción de la belleza y el dinamismo propio de la danza que resaltara Baxandall se mantienen en las escenas religiosas, incluso en el círculo de los doce ángeles que culmina la visión apocalíptica de la Natividad savonaroliana.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de noviembre de 2003