Los fondos de inversión están estructurados en EE UU en compañías individuales que invierten el dinero de un grupo de inversores en títulos bursátiles, bonos, divisas y otro tipo de valores. Cada una sigue estrategias y objetivos diferentes, y dependen de un consejo de directores que se encarga de negociar la inversión. El 75% de los activos pertenecen a inversores particulares y el resto está en manos de fiduciarios o de organismos financieros y grandes empresas. La compañía Fidelity Investments, por ejemplo, gestiona un total de 343 fondos a través de su filial Fidelity Fund.
Se parte del principio de que las compañías que manejan cada fondo son "independientes" de la firma matriz y tratan a todos los inversores -constituidos a su vez como empresas- por igual. La práctica, sin embargo, está demostrando que no ha sido así y que se ha hecho una distinción entre inversores de primera y de segunda clase, y los consejos de directores se han mostrado incapaces de proteger a los pequeños frente a los abusos de los grandes.
El escándalo de los fondos de inversión recuerda mucho a las irregularidades detectadas el año pasado entre los analistas financieros de Wall Street, a raíz del colapso del gigante energético estadounidense Enron y de la manipulación contable en WorldCom. Las autoridades reguladoras van a aprovechar la ocasión no sólo para corregir y sancionar las irregularidades, sino para proceder a una reforma profunda del sistema.
Lo que se pretende es reforzar los controles y de hacer el sistema mucho más transparente. Entre las ideas que circulan, se quiere acabar con la estructura actual de los fondos en empresas para considerarlos más como si se tratara de otro producto financiero. Pero muchos analistas advierten de que "el momento no es bueno" para introducir nuevos modelos y hablan mejor de la introducción de "reglas más estrictas" para incrementar la independencia de los gestores de los fondos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de noviembre de 2003