Si por casualidad visita usted L'Alfàs del Pi y habla con alguno de sus 17.000 habitantes, tiene un 50% de posibilidades, incluso más, de que le respondan en noruego. Situado a unos 50 kilómetros de Alicante, L'Alfàs es como una pequeña Noruega en la que en algunas épocas del año residen hasta 10.000 personas de esa nacionalidad, lo que supone la colonia noruega más grande del mundo fuera de su país. La cifra varía según la época. En invierno hay muchos más. Ayer todos se volcaron con el partido de su selección ante España, un encuentro que suponía un choque de sentimientos. Su patria contra su país de residencia en los últimos años.
Erik Svanberg vivió ese dilema. Noruego de nacimiento, llegó a L'Alfàs del Pi en 1969, con sólo ocho meses, y ahora es el concejal de deportes y fiestas de su Ayuntamiento, gobernado por el Partido Popular. "Estoy dividido. Los noruegos parten como víctimas, pero tienen esperanzas", afirmaba Erik, seguidor del Real Madrid. La gente le paraba a cada momento por la calle, y su teléfono móvil se quedó sin batería en pocas horas. Hasta la televisión noruega viajó para entrevistarle. "Hay muchísima expectación". Sus padres trabajaban en una operadora de turismo, y su padre, John, fue cónsul de Noruega en España. También uno de los fundadores de una escuela noruega en L'Alfàs donde Erik comenzó su estudios.
El concejal fue uno de los 535 noruegos que viajaron ayer a Mestalla en nueve autobuses y coches particulares. "Y nos han faltado unas 300 entradas más", se lamentaba Erik. Por 32 euros, los ilusionados hinchas recibieron el billete del encuentro, el desplazamiento a Valencia y una sudadera conmemorativa de la eliminatoria. A caminho de Portugal, podía leerse en ellas. Bajo el lema en portugués, un dibujo de un hincha noruego con un casco con cuernos golpeando a un aficionado español con un garrote cuyo punta era una pelota de fútbol. "Somos optimistas", decían entre risas los hinchas. No tanto a tenor de los resultados escritos en una puerta de la taberna Peer Gynt, llamada así en honor a un personaje de una obra de teatro de Henrik Ibsen. En sus paredes cuelgan bufandas, camisetas y fotografías. Pero ni eso animó a los noruegos a arriesgar los cinco euros de la apuesta. Más de 40 hinchas escribieron sus predicciones: 3-0, 4-1, 5-0... Sólo siete apostaron por la victoria de su selección. "Yo he puesto un 2-0, pero no se lo diga a nadie", confesaba en secreto una seguidora.
En la fachada del club noruego dos banderas de Noruega y España ondeaban juntas. "No estamos locos por el fútbol, pero esto es una fiesta más que un partido. Tenemos una pierna en cada país", afirmaba su presidente, Asbjorn Jensen. Los tres periódicos más importantes de Noruega se imprimen en España (uno de ellos en Valencia) y se encuentran en los quioscos el mismo día. "Hemos tardado un año en acostumbrarnos a los horarios, porque aquí se cena a las nueve y a esa hora en Noruega estás en casa, pero L'Alfàs nos ha dado de todo. El microclima es muy bueno, el tercer mejor del mundo según la Organización Mundial de la Salud. Muchos enfermos de reúma, asma y alergías se han curado aquí", dice el vicepresidente del club, Hans Halvorsen. La afluencia ha sido tan grande que existe una urbanización sólo de noruegos y los empleados del ayuntamiento hacen cursillos de esa lengua.
"Es una pena que no jueguen Bergdolmo, Solskjaer y Carew. Queremos que gane el mejor, y que sea una fiesta. El cava nos lo tomaremos antes, por si acaso. Y espero por los españoles que no nieve el miércoles en Noruega. Entonces lo pasarán realmente mal", decía un aficionado. Muchos no hablan ni una palabra de español, pero en L'Alfàs están como en casa. La federación noruega ha vendido más entradas en España que en su país, y buena parte de culpa la tiene esta localidad alicantina. Cinco horas antes del partido, en los autobuses, los seguidores tocaban la trompeta y entonaban canciones de ánimo a su selección. También el que viva España. La fiesta siguió en Mestalla.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 16 de noviembre de 2003