Iñaki Olazabal (Andoain, 1959) dejó de trabajar la piedra hace más de diez años para explorar las posibilidades escultóricas que ofrecía el zinc y aún permanece en ese camino. El jueves inauguró en la Galería Altxerri de San Sebastián (Reina Regente, 2) una exposición que reúne una quincena de sus últimas creaciones, ambigüas esculturas de pie y pared sobre la naturaleza y el hombre, donde lo que importa es la forma, y no el vacío o la ocupación del espacio como en otros artistas.
La muestra, que incluye obra gráficas, tiene dos partes bien diferenciadas; en la primera el artista presenta una serie de árboles transgénicos. "No pretendo hacer una crítica, me conformó con que la exposición alimente un pequeño debate entre los visitantes", responde cuando se le pregunta si su obra esconde una denuncia. En la otra, habla de los refugios, de los santuarios interiores del hombre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 16 de noviembre de 2003