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Reportaje:ELECCIONES EN CATALUÑA | Perfil del vencedor

Ha ganado Mas, ha ganado Pujol

El candidato de CiU ha construido su personaje con tenacidad y seriedad

Ha ganado Artur Mas. Esto es, ha ganado Jordi Pujol, sin bajar del autobús, como decía Helenio Herrera, inspirándose sin duda en el filósofo modernista Francesc Pujols, quien auguró un futuro en que los catalanes, adonde quiera que fueran, "lo tendrían un día todo pagado".

Ha ganado la continuidad, la herencia, el relevo generacional. Ha perdido la alternancia, el cambio, el "aire fresco", al menos el que debía entrar por la ventana socialista. Mas describió este paisaje en su mitin final de cierre de campaña: vislumbró a dos generaciones de nacionalistas pasándose "el testigo en paz, democracia y libertad". La excepcionalidad catalana, 23 años del mismo color político, se reafirma. Es cierto que el paisaje se ha hecho más complejo, pero quienes llevan ventaja son los mismos. No les ha bastado casi un cuarto de siglo de afirmación identitaria, de colocar el acento en el "ser catalán" más que en los derechos sociales y deberes cívicos de los que "están" en Cataluña. Muchos electores recelan de las formaciones con dependencias madrileñas. Ese ha sido el mensaje que Mas ha repetido durante la campaña, tomado directamente, sin reformulaciones, de Jordi Pujol.

En este sentido, va a continuar la clásica ambigüedad en el "encaje" de Cataluña dentro de España. Mas ha hablado repetidamente de una Cataluña "sin límites", pero se ha cuidado mucho de no aclarar hasta dónde quiere llegar. A la hora de escenificar acercamientos y rupturas con el Gobierno central, Pujol ha sido el gran coreógafo y su heredero parece que no se alejará de ese patrón. Gana Mas, y vuelve a ganar por séptima vez Pujol tras haberse retirado: Pujol ha emulado al Cid, pero ya no con su propio nombre en la armadura.

El candidato Mas ha sido bien construido en los meses pasados. La inexistencia de pasado político del personaje -gente más joven que él se ha topado con la cachiporra franquista- ha quedado suplida por la imagen de un hombre pulcro de pensamiento y obra, capaz de trabajar con una tenacidad inusitada. Seguramente porque aprendió -aprende muy rápido- de la gran nevada que paralizó Cataluña en diciembre de 2001, durante los incendios del verano pasado recitó su papel con autoridad, solvencia y compostura. Su cabeza funciona a la francesa (se formó en el Liceo francés y en una escisión de éste, la escuela Aula): primero el sujeto, luego el verbo y finalmente el predicado. Se le puede tomar nota de lo que explica y vocarlo al papel sin retoques en el pase de lo verbal a lo escrito.

Lo que todavía no ha dejado claro Artur Mas, ni durante la campaña ni en su intervención tras la victoria, pasadas las 23.30 horas, es qué Cataluña tiene en la cabeza. Su única referencia política, por lo menos la única que cita en entrevistas y discursos, es Jordi Pujol. Una buena referencia sin duda en cuanto a perpetuación en el poder. Pero el papel creado por el maestro nadie más que él puede interpretarlo. Sería como si alguien pretendiera volver a ser sobre la escena Vittorio Gassmann o Joan Capri.

Mas ha sido un candidato de los nuevos tiempos, con bajo perfil político pero con maneras determinadas. Eso le ha bastado para ganar. Falta ver si también para gobernar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de noviembre de 2003