Los vecinos de Adhamiya, barrio del noreste de Bagdad, experimentaron ayer en qué consiste el cambio de táctica de las tropas de EE UU en su lucha contra la insurgencia. Más violencia, más rudeza, más inquietud en sus vidas. De madrugada, carros de combate, vehículos blindados y helicópteros interrumpieron su descanso en la mayor operación de búsqueda de armas y explosivos en una zona residencial de la capital. En otras localidades del país también se produjeron redadas masivas.
El resultado: seis insurgentes muertos y 99 detenidos, además de 30 Kaláshnikov, una docena de escopetas de caza y 10 pistolas requisados. El impresionante despliegue militar en Bagdad acordonó un área de una veintena de casas y los soldados de la Primera División Acorazada procedieron a registrar edificio por edificio. Era la cuarta noche de la ofensiva Martillo de Hierro contra los escondites de los insurgentes y de sus polvorines. Sin embargo, la mayoría de los detenidos lo fueron por violar la norma que sólo permite tener un arma por casa. El comandante al mando, coronel Charles Sexton, expresó su satisfacción por el resultado.
Los habitantes de Adhamiya, un barrio suní de clase media, tenían una percepción muy distinta. Defendían que las armas de las que se habían incautado los soldados eran para defenderse de los ladrones. "Se trata de un castigo", aseguraba un residente contactado por teléfono.Mientras, soldados norteamericanos mataban ayer a tres civiles iraquíes, entre ellos un niño de once años, al abrir fuego sin control contra una muchedumbre en uno de los mercados de armas de Bagdad, según la policía local.
Paralelamente, una operación de envergadura aún mayor se desarrollaba a 180 kilómetros al norte de Bagdad, en Tikrit, la capital de la región natal de Sadam. "Tienen que entender que son más que Humvees lo que vamos a usar contra la resistencia; vamos a aplastarla", manifestaba el teniente coronel Steve Russell, jefe del 22 Batallón de la Cuarta División de Infantería, después de haber paseado a sus hombres y sus blindados por toda la ciudad. No hacía falta. La noche anterior sus morteros y sus tanques habían castigado el centro de la misma dentro de la Operación Ciclón Hiedra Dos.
No parece la mejor forma de eliminar el miedo que, según Russell, dificulta que la población local les diga quién les ataca y dónde está Sadam. "Eso es imposible. Aunque no apoyen a la resistencia, el código tribal impide el chivatazo", explicaba a este diario Mohamed Farid, un teniente coronel de la Policía Iraquí. En Habbaniya, el Ejército anunció ayer la detención de Kadhem Mohamed Faris, un antiguo oficial de Sadam y líder de los fedayin. Las fuerzas de EE UU quieren mostrar que en la guerra que aún libran son ellas las que llevan la iniciativa. Sin embargo, día a día, tienen que adaptar sus tácticas a la creciente audacia de sus agresores. "Nuestros helicópteros vuelan siguiendo distintas tácticas desde los últimos accidentes", admitió ayer el general Mark Hertling, jefe de la Primera División Acorazada.
[Dos soldados estadounidenses murieron ayer y otros dos resultaron heridos en sendos ataques al norte de Bagdad y un militante del Congreso Nacional Iraquí falleció al ser alcanzado por disparos efectuados desde un automóvil en Bagdad. Por otro lado, el Ejército de Mahoma reivindicó ayer los ataques del día 2 contra un helicóptero y un convoy de EE UU.]
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 18 de noviembre de 2003