Arnold Schwarzenegger llegó a Estados Unidos con 21 años, sin hablar inglés y dispuesto a vivir de sus músculos. Ayer, el nuevo gobernador de California juró su cargo en inglés con acento sobre una Biblia sostenida por su mujer, una Kennedy, y, a sus 56 años, se puso al frente del Estado más importante del país. "No es ningún secreto que soy un recién llegado a la política. Fui elegido sobre la base de la esperanza y la confianza. No os decepcionaré", dijo, en un discurso en el que anunció la supresión del nuevo impuesto de circulación y la convocatoria de las Cámaras para abordar medidas fiscales de superación de la crisis presupuestaria de California.
Schwarzenegger tiene por delante un difícil camino, y lo arrancó ayer con el mensaje optimista que más llega a los estadounidenses: "Hoy empieza un nuevo día en California. No luché por este puesto para hacer lo que se ha hecho siempre. Lo que quiero es que recuperéis la confianza en vuestro Gobierno". En las elecciones no se trataba de cambiar a una persona o un partido por otro: "Se trataba de cambiar de arriba abajo el clima político del Estado". "En palabras de Kennedy", dijo, mirando a su familia doblemente política, "soy un idealista que no se engaña". Su mujer, la periodista Maria Shriver, y el peso del clan fueron claves para ganar las elecciones del 7 de octubre, después de una fulgurante campaña en la que dejó fuera de combate a un rival demócrata e hispano -en un Estado con mayoría demócrata y un tercio de hispanos- y a un compañero del partido republicano.
Frente al Capitolio de Sacramento, ante 7.500 invitados, representantes de 13 países y 700 periodistas, Schwarzenegger cumplió una de sus promesas y anunció la suspensión del aumento del 300% en el impuesto de circulación decidido por su antecesor, el ex gobernador Gray Davis, que asistió a la toma de posesión con los demás ex gobernadores del Estado, excepto Ronald Reagan, enfermo de Alzheimer. Además, Schwarzenegger convocó para hoy una sesión extraordinaria de las Cámaras, en las que los demócratas tienen mayoría, para abordar la delicada situación presupuestaria del Estado.
La decisión de suprimir el aumento del impuesto de circulación aumentará en 4.000 millones de dólares el déficit presupuestario, calculado en 10.200 millones, aunque el nuevo equipo cree que en realidad es de 25.000 millones. El gobernador se comprometió a no subir impuestos y a no recortar gastos públicos en educación (un tercio de los 100.000 millones del presupuesto). Las opciones que se manejan son la emisión de bonos y el recorte de gastos, pero el margen es estrecho. Sus asesores estudian propuestas sobre bonos que necesitarían la aprobación de las Cámaras y, eventualmente, de los votantes, y que irían acompañadas de límites en los gastos para evitar futuros desbordamientos de la deuda.
Los demócratas escucharán con atención las propuestas que hoy planteará el nuevo gobernador, porque saben que cuenta con las simpatías populares -y con el respaldo de la Casa Blanca- y que el humor de los californianos ha cambiado: hace seis semanas, tres de cada cuatro creían que el Estado iba en la dirección equivocada; ahora, la proporción se ha reducido a la mitad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 18 de noviembre de 2003