A peor va, en efecto, Chirimbolo-city (antes, Madrid) con la apabullante siembra de postes de rótulos, en chillones amarillo y chocolate, que el nuevo alcalde Alberto Ruiz-Gallardón ha añadido a toda la abrumadora invasión chirimbolesca con que ya su predecesor, José María Álvarez del Manzano, había llenado la ciudad: torretas y mástiles publicitarios por doquier, aparatosas papeleras-obús (más de sesenta de ellas ocupando y afeando groseramente la parte exterior de los arcos de la plaza Mayor) y el chirimbolismo móvil de las innumerables y supercontaminantes máquinas de Satanás, como con tanto acierto se las viene llamando popularmente, y, entre las mismas, las de embestir a los peatones por las aceras y los tan agresivos y horrendos tubos sopladores, etcétera.
Y, por añadidura, ahora viene Gallardón y planta todos esos postes de rótulos y, además, en medio del paso y donde más estorban, para incordio de viandantes, en general, y riesgo de invidentes y otros discapacitados, en particular.
Y es el colmo que, por ejemplo, se haya incrustrado uno de esos postes, poniendo en él: "Senado", delante del digno edificio de éste, cuando en su frontis ya figura, en adecuados caracteres, esa indicación.
O el prodigar tales postes en plazas y calles, reiterando, de manera tan absurda e innecesaria,como antiestética, los nombres de unas y otras, que ya se ven en las correspondientes placas colocadas en las fachadas de los inmuebles. El caso es despilfarrar el dinero de los contribuyentes madrileños.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 18 de noviembre de 2003