El pensamiento conservador, cuando es de tipo neoliberal, al fundamentarse en el mercado como un instrumento óptimo para la asignación de todo tipo de recursos, acaba considerando mercancías comparables a un olivo de 700 años y un cepillo de dientes. Eso, en el caso de Cataluña, explicaría la devastación urbanística del litoral y de los valles pirenaicos, la construcción de infraestructuras anacrónicas, como el eje Vic-Olot por Bracons, el cuarto cinturón, o la consideración mercantilística de todos y cada uno de los litros de agua que transpota el Ebro.
Pero no sólo eso, este pensamiento neoconservador, en determinadas circunstancias, también puede extender su mano invisible a otros bienes y valores, de naturaleza bien diferente, como son los culturales. Si no, ¿cómo se explicaría la propuesta popular de suprimir la obligatoriedad del catalán en los centros educativos españoles en Andorra? Como dicen los mismos populares, espero que alguien tome nota.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 19 de noviembre de 2003