La octava ronda de negociaciones del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) concluyó esta madrugada en Miami con la aprobación de un pacto flexible que permitirá a cada país elegir a la carta las áreas de compromiso. Los 34 ministros del continente aparcaron a última hora las diferencias y aceptaron la propuesta conjunta de EE UU y Brasil para crear la mayor zona de libre comercio del mundo en 2005.
"Hemos dejado de culparnos los unos a los otros y nos hemos centrado en una base de puntos en común", dijo el ministro de Asuntos Exteriores de Brasil, Celso Amorim. "Me voy muy satisfecho de Miami. Hoy podemos demostrar que hay muy buena química entre Estados Unidos y Brasil", añadió, refiriéndose a las diferencias entre ambos países en la cumbre de Cancún. En aquella ocasión y también ahora, en la reunión de Miami, Brasil y Estados Unidos habían mantenido visiones distantes sobre la fórmula del ALCA pero al final pudo más el interés común, como copresidentes de la ronda negociadora, de evitar un fracaso. Los aspectos controvertidos -como los subsidios agrícolas o las normas de protección de propiedad intelectual- que originalmente estaban incluidas en el acuerdo de base, son ahora opcionales. Forman parte del menú que cada país puede elegir, según el lenguaje acuñado en la cumbre.
El acuerdo marco aprobado ayer contempla la coexistencia de acuerdos bilaterales y corregionales "en la medida en que los derechos y obligaciones bajo tales acuerdos no están cubiertos o excedan los derechos y obligaciones del ALCA". En el párrafo séptimo, los ministros reconocen que se pueden asumir "distintos niveles de compromiso" de acuerdo a las necesidades de los socios.
La versión final es en gran parte resultado de las presiones del bloque de Mercosur, encabezado por Brasil, que buscaba un acuerdo que respetara las diferencias de los socios comerciales y articulara mecanismos para adherirse al ritmo que cada cual considere.
Mientras los ministros finalizaban el compromiso en el Hotel Intercontinental, a pocos metros miles de trabajadores del principal sindicato de Estados Unidos, AFL-CIO, se unieron a grupos antiglobalización y varias ONG en una marcha en protesta contra el ALCA.
"Nuestra misión es simple: o bien se cambia radicalmente el ALCA de [el presidente George W.] Bush o impediremos que se firme. Vamos a defender a los trabajadores, los grandes héroes olvidados de la economía global", dijo ayer el presidente del sindicato AFL-CIO, John Sweeney, durante el acto de apertura de la marcha sindical, en la que participaron pacíficamente miles de trabajadores de todo EE UU.
A diferencia de lo que pasó en las protestas antiglobalización de Seattle o en Cancún, no hubo actos de vandalismo ni choques frontales entre la policía y los manifestantes, sólo incidentes aislados a primeras horas del día. La policía llevaba meses entrenándose para "lo peor", en palabras de uno de los agentes, y ayer desplegó un impresionante dispositivo de seguridad. Cerca de 3.000 efectivos, entre agentes antidisturbios y patrullas de guardacostas, custodiaban el centro de la ciudad donde se reunían por separado las delegaciones del ALCA y empresarios de todo el continente.
Ningún manifestante pudo penetrar el extenso perímetro de seguridad, aunque cientos lo intentaron derribando el cordón de vallas y forcejeando con los agentes. La policía, cuya prioridad era "dar una buena imagen de Miami" (ciudad que aspira a ser la sede del futuro ALCA), controló la situación sin aparente abuso de fuerza. Hubo unas treinta detenciones y un saldo de dos agentes heridos, según fuentes de la policía. La noche anterior detuvieron a siete "anarquistas" armados con cócteles molotov y cadenas, que no pertenecían a los grupos organizados, que en su mayoría plantearon sus reivindicaciones de forma pacífica.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 21 de noviembre de 2003