El pasado 29 de agosto mi hijo de cinco años se rompió el brazo y me dirigí a la clínica Sant Jordi de Barcelona. Allí, después de visitarle en urgencias me dijeron que esperara a que llegara el traumatólogo. Mi hijo no paraba de llorar, debido al fuerte dolor que sentía. Le dieron un calmante leve y le vendaron el brazo, pero no le hicieron ni una radiografía. Al cabo de una media hora, durante la cual mi hijo seguía llorando y gritando de dolor, me dijeron que el traumatólogo no podía ir y que sería mejor que me fuera al hospital Vall d'Hebron.
Cuando llegamos allí, después de cruzar toda la ciudad y quedar atrapados durante una hora y media en un atasco, le operaron de urgencias debido a la gravedad de la lesión. Mi hijo estuvo ingresado hasta el 10 de octubre por una infección en la herida.
Quisiera dar las gracias por la atención que recibí en Vall d'Hebron y manifestar mi indignación por la poca profesionalidad que demostraron en la clínica Sant Jordi.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de noviembre de 2003