¿SOY PIJA? USTEDES díganmelo sinceramente, que yo lo encajo. Me cuesta, pero lo encajo. Esta semana, como soy una escritora accesible, una niña de aspecto dulce vino a mi casa a hacerme una entrevista para la revista de su colegio. La niña, en principio, parecía inofensiva, como todas, aunque, como todas las niñas, fue entrar por esa puerta y hacerme un barrido visual de la cabeza a los pies. Y luego siguió inspeccionando el salón. La niña se sentó, colocó el casete, abrió su cuaderno y me dijo: "Empiezo ya porque me ha dicho mi profesora que usted es una persona superocupada y no se la puede hacer perder el tiempo...". Levantó los ojos y pestañeó como Bambi, y, he de decir que, tal vez influída por el recuerdo de la niña del Exorcista que vi la otra noche en la tele, sentí como un ligero escalofrío me recorría la espalda, porque para mí, todas las niñas, a cierta edad, tienen algo de la niña del Exorcista. No hay más que irse a la salida de los colegios y verlas salir. De lejos son nínfulas, como diría Nabokov. De cerca, cuando uno puede escuchar lo que sale por esas bocas, uno se encuentra con frases como ésta: "A mí la de sociales me toca la polla". Cuando escuché dicha frase me pareció algo ruda, a qué negarlo, pero la he asimilado y ahora la utilizo para todo, para un político, un cantante, un escritor y para Bush. Es una frase que recomiendo encarecidamente, porque es soltarla y como que te quedas relajá, como si te hubieras quitado la faja. En total, que la niña entrevistadora leyó la primera pregunta de su cuaderno de tapas con la foto de Beckham: "¿No tiene usted envidia de la autora de Harry Potter?". La pregunta me jodió, qué caramba, pero sonreí. Contesté que la literatura no entendía de listas de éxitos y que yo me daba por satisfecha con conseguir la sonrisa de un solo niño. Ella me miró como pensando: "Pero, tía, ¿me tomas por gilipollas?", y disparó la siguiente pregunta: "¿Cree que las personas la pueden tomar en serio como escritora después de lo que escribe en el periódico?". Eso ya me dolió, lo admito; y ya, sin sonrisa ni leches, le digo: '¿pero es que tú lees lo que yo escribo los domingo, niña?'. Y la niña dice: "Yo no, pero la de sociales sí". La puntilla la puso la tercera pregunta: "¿Usted se definiría como pija?". Y ahí sí que perdí los papeles, de lo cual me arrepiento, sobre todo porque el maestro Hashimoto me está haciendo acupuntura (que me está saliendo por un huevo de la cara) para que las críticas no me hagan tanto de sufrir. Le arrebaté a la niña el cuaderno y la grité: '¿Pero a ti quién te ha hecho el cuestionario, niña?'. Y la niña me dijo: "La de sociales", y yo me mordí la lengua pero pensé en su misma cara: 'a mí la de sociales me toca la polla'. Y la frase, que es para mí ya como un karma, me relajó. La niña se fue con su cuaderno de Beckham, no sin antes preguntarme si yo había estado alguna vez en la mansión de Ana García Siñeriz, y puso morritos de decepción porque le dije que no. Intenté mendigar un poco de su admiración diciendo que, aunque no conocía la actual mansión de Victoria, iba al mismo peluquero que Raúl, pero la niña volvió la cara desde la puerta para mirarme (casi dio la vuelta entera a la cabeza como la niña del Exorcista) y por un momento tuve la sensación de que me iba a arrojar un vómito verde a la cara. Lo último que salió de la boca de aquella desgraciada fue: "Lo que no entiendo es por qué Ana García Siñeriz se mata a trabajar con la pasta que tiene. Yo no lo haría". Y se fue. Yo sentí como que el calor volvía a mi cuerpo. Por cierto, que Bicoca me llamó desde Nueva York hace unos días para decirme que estaba en el hotel Four Seasons en una convención de Rolex, y que por allí andaban Vargas Llosa, Salman Rushdie, Ariel Dorfman, no en calidad de escritores, sino de escritores con Rolex. Ella no me llamó para presumir, como hubiera hecho yo que soy una neopija, porque a Bicoca le parece de lo más normal que las personas tengan Rolex y formen una comunidad internacional de propietarios de Rolex y que se junten para intercambiar experiencias con sus Rolex. A mí esto de mi posible pijerío me ha creado un conflicto identitario. Ya no sé a qué mundo pertenezco. Me escribió un lector encantador para decirme que soy pija, pero que intento disimularlo hablando de Moratalaz y del Burriquín. A resultas de dicha misiva el maestro Hashimoto me tuvo que pinchar en diez sitios más de mi propio cuerpo porque dicha carta me dolió. Me duele que no se considere a Moratalaz un barrio pequeño-burgués. Ese barrio es una cantera de pequeñas burguesas ambiciosillas que estamos llegando lejos (ver artículo Leticia). Yo, por ejemplo, ni corta ni perezosa, me he venido a Londres a la manifestación contra la política de Bush, que, por cierto, dicen que no se siente seguro ni en Buckingham Palace, donde se le cuelan los periodistas por las habitaciones. Dicho periodista, en América ya estaría en Guantánamo. Esta protesta antibélica me sale por otro huevo de la cara: tú suma el avión, el hotel, los restaurantes a orillas del Támesis, la visita a Harrods, la tienda de Stella McCartney. Allí mismo, en dicha manifestación, le pregunté a mi santo: "Cariño, dime la verdad aunque sea dolorosa, ¿soy pija?". Y me dijo que para nada, que los catetos nos convertimos en nuevos ricos, no en pijos. Me dejó muerta, tía.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de noviembre de 2003