Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
OPINIÓN DEL LECTOR

Una mancha en la memoria

En un lugar de la mancha de cuyo fuel no puedo olvidarme, vivía una masa viscosa llamada Chapapote. Un gigantesco residuo marino fruto de la acción y el frenético ritmo de vida de la especie más desarrollada del planeta. El ser humano producía, consumía y derrochaba tanto que durante el traslado de sus peligrosos excedentes, a veces ocurrían accidentes inesperados.

Este voraz depredador de cuantos recursos tuviera a su alcance había ido dejando una repugnante estela de escoria que la Madre naturaleza le devolvía con siniestra puntualidad.

Hace un año, este engendro de hábitat cambiante y raíz humanitaria deformó el cuerpo de la muerte, y se instaló frente a nuestras costas derramando su putrefacta carga. La mancha se extendió cubriendo rocas, puertos y mares, y miles de animales quedaron sepultados o tuvieron que aprender a vivir entre las ruinas contaminadas.

Se depuraron responsabilidades y rodaron las oportunas cabezas con el fin de aplacar la ira desatada. El sacrificio tuvo tanto éxito que un año después, los responsables políticos de la gestión de aquella tragedia, lejos de estar apurados, todavía siguen ostentando el poder en esta sucia y distraída democracia.

En un lugar de la memoria de cuya mancha no debería olvidarme, vive un vergonzante deshecho humano llamado Chapapote. Una especie de anfibio político nacido hace un año.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de noviembre de 2003