En un artículo publicado el 24 de octubre critiqué la obra Daaalí, de Albert Boadella, por presentar a Salvador Dalí como un personaje apolítico, y documenté que fue uno de los mayores adeptos al régimen franquista, que expresó su adhesión con comportamientos tan repugnantes como enviar telegramas de felicitación cuando Franco firmaba sentencias de muerte. Boadella respondió (30-10- 2003) indicando que ignoró esta dimensión de Dalí porque le "daba la gana", ya que era un detalle menor, y acusándome de farisaico por no decir nada sobre otras figuras catalanas colaboradoras con el fascismo. La única respuesta posible a estas acusaciones era detallar la falsedad de cada una de ellas. En su carta de respuesta (21-11-2003) intenta ridiculizarme con un tono irónico indicando que tenía que haber titulado mi respuesta Boadella, usted no sabe con quién está hablando.
También se equivoca. No sólo no sabe con quién, sino de qué habla. No soy sólo yo, sino miles los españoles que lucharon por la democracia y cuya existencia merece ser respetada y reconocida (lo cual no hace al reproducir en sus trabajos la imagen de que Franco no tuvo resistencia), y no insultada (homenajeando a una de las figuras más serviles que medraron bajo el fascismo).
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 24 de noviembre de 2003