Un Valencia muy discreto fue disimulado por un gran Mista, que ya suma ocho goles en la Liga. El segundo de anoche, espléndido. El Murcia siempre fue más ambicioso. Impulsado por la clase de Michel y la percusión por la izquierda de Fredi, el cuadro de Peiró persiguió la victoria con ahínco. Pero se quedó a medias. Le faltan jugadores y le sobra entusiasmo. El Valencia careció de verdadera voluntad de ganar. Tampoco la tuvo su entrenador, con una serie de cambios pensando en otros partidos, con el dichoso reparto de minutos que quién sabe si al final servirá o no de algo. Aimar sólo jugó la última media hora y Baraja fue retirado justo cuando el partido se estaba cociendo. Descansados estarán, pero el Valencia se dejó dos puntos en La Condomina.
Inmerso todavía en esa buena onda que le dejó su partidazo en Oslo ante Noruega, Vicente sacó su regate de culebra para quebrar la cintura de la defensa murciana. Tres fueron las víctimas. Tres los zagueros que quedaron burlados por el regate del valenciano en el extremo izquierdo. Tras su centro al área y una serie de rebotes, el balón le cayó a Mista en aparente fuera de juego. No lo era porque el lateral derecho Juanma no sólo había sido driblado por Vicente, sino que se quedó allí rezagado, rompiendo la situación antireglamentaria de Mista. Y el delantero murciano, natural de Caravaca de La Cruz, no se puso nervioso. No suele hacerlo cuando se perfila delante del portero. Le pegó al balón muy suave y colocado a la derecha del meta Juanmi.
El volante argentino Acciari, que deja cada partido un par de detalles muy feos, frió a patadas a Baraja desde el primer minuto. Y el vallisoletano respondió en un intercambio de ganchos que vieron las cámaras, pero no el ojo del árbitro. Acciari continuó su concierto en el segundo tiempo, cuando placó en el área a Baraja cada vez que hubo en liza alguna falta.
El Murcia no merecía un castigo similar. A partir de la inteligencia y la visión de juego de un vibrante Michel, había hurgado por las bandas y había encontrado algunas llegadas. Aunque se fueron frustrando ante esa defensa tan fuerte representada en Ayala y que llega a pavonearse de su superioridad. Sin embargo, justo cuando parecía que el control del Valencia era absoluto, el Murcia descubrió a la zaga rival dormida en sus laureles. Fue una falta larga, volcada a la derecha del centro del campo. La lanzó Michel muy combada. Y salió un pelotazo en diagonal que fue al segundo palo. ¿Demasiado pasado? No para Loeschbor, que apareció en el segundo palo, cabeceó hacia el centro y, ante la parálisis de la zaga valencianista, Richi marcó a bocajarro. Resultó un premio al trabajo de estrategia del veterano técnico Joaquín Peiró. Y un palo para la defensa zonal del Valencia en las jugadas a balón parado.
Pocos cartuchos parece que le quedan a Esnáider en una carrera que ha caído tan en picado en los últimos años. Pocos, pero peligrosos. Como los que enseñó en la segunda parte. En uno de ellos, sacó a su compatriota Ayala al centro del campo, abrió al lateral para Fredi, éste profundizó como una flecha y su centro lo remató Michel sin oposición. Fredi disfrutó de una autopista libre de peaje en la banda izquierda. Curro Torres no supo cómo multarlo.
El Murcia tuvo noqueado en el arranque de la segunda parte a un Valencia que defendió fatal. Rondaba el tercer gol local, pero llegó sin embargo el segundo de Mista. Su cabezazo fue perfecto. De un centro aparentemente banal de Carboni, Mista dictó una lección de cómo cabecear: potente, colocado y plástico.
El partido estaba muy caliente y Benítez retiró a Baraja ante el cabreo indisimulado de éste, que no quería marcharse en el instante en que se repartía el pastel. Le suplió el inexperto Sissoko. El cambio acentuó el acoso del Murcia y la pobreza atacante del Valencia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 24 de noviembre de 2003