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Crítica:

Luchando en la pintura

La valenciana Mavi Escamilla, que cultivó una especie de "pop sucio", limpia ahora un poco su estética sin restarle fuerza a los motivos y al color.

Existe una clase de artistas que hace de su profesión una especie de rutina más o menos exitosa, no necesariamente auténtica, pero siempre segura, y existe también otra clase que entiende su trabajo como una pelea constante en la que lo que uno se juega es su existencia como artista. Mavi Escamilla pertenece, sin duda, a esta segunda clase. Pintora peculiar, valenciana, de largo aliento, cuenta entre sus méritos el de haber convertido la pintura en una forma de vida, no precisamente dulce, pero tampoco infeliz.

En cierto modo, es un producto de los ochenta. Lleva más de quince años bregando, desarrollando una poética de resistencia fundada en unas pocas referencias obsesivas, si se quiere, pero en absoluto insanas. Su trabajo ha sido acertadamente calificado como una suerte de "pop sucio".

MAVI ESCAMILLA

'Tres deseos'

Galería rosa.santos

Bolsería, 21. Valencia

Hasta el 16 de diciembre

En ciertos momentos, en efecto, su pintura ha tenido un aire -digamos- un tanto destroyer: evidente dureza cromática (una paleta reducida -rojo y amarillo- y rechinante), trazos gruesos, chorretones, temática agresiva (muslos de pollo junto a emblemas heráldicos, escenas de boxeo, serpientes tatuadas, corazones traspasados, alusiones sexuales, mitos del cine y, por lo demás, calaveras, muchas calaveras).

En esta última exposición (en una galería valenciana hace poco reabierta, antes llamada Postpos, ahora rosa.santos) se muestra fiel a sí misma, aunque un poco más comedida. Se nota la ausencia de calaveras. Pero se las intuye. Sigue pintando fuerte. De hecho, no sólo pinta con pinceles, sino con un buril: primero pone los pigmentos, y luego los rasca, a veces muy cuidadosamente.

El resultado ya no es tan

sucio como, por así decir, pasional. Los elementos narrativos (en imágenes bien reconocibles por todos: Raquel Welch, Marlene Dietrich, Tarzán de los monos...) son inevitables en estos casos. Nada tiene de extraño que Mavi Escamilla dedicase una pintura a las famosas Guerrilla Girls. Pero lo hacía pintando. Puesto que toda guerra exige, cuando menos, que cada uno se mantenga firme en su puesto.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 29 de noviembre de 2003