"Veo qué poco a gusto resulto estar con los tiempos presentes, y no sería extraño que ese desasosiego y ese desagrado me llevaran pronto a delinquir", escribe Javier Marías en la nota previa de Harán de mí un criminal, el libro que reúne los artículos que publicó en El Semanal entre febrero de 2001 y diciembre de 2002. Este lector aprueba al ciento por ciento esa reflexión. Como Juanjo Millás, que está en una forma extraordinaria, Marías es de esos columnistas que deberían estar subvencionados por la Seguridad Social. Cada cual con sus temas y su estilo, Millás, Marías y algunos otros y otras nos tranquilizan con sus apariciones en prensa, nos demuestran que no estamos solos ni locos, que nuestro estupor, indignación e inquietud por lo que está ocurriendo en España y en el mundo no son extravíos personales, sino sentimientos compartidos por gente con sentido común, con dos dedos de frente. Los que están locos, los que nos llevan de calamidad en calamidad a un futuro apocalíptico, son muchos de los que nos mandan.
HARÁN DE MÍ UN CRIMINAL
Javier Marías
Alfaguara, Madrid, 2003
319 páginas. 17,95 euros
En Al rico desastre, la primera de las crónicas reunidas en este libro, Marías, hablando de la España de Aznar, ya adelanta: "A mí me parece que aquí nada funciona y todo marcha cada vez peor". Se refiere no sólo a lo político y socieconómico, sino también a la vida cotidiana, ciudadana. Marías, una persona impregnada de civismo, alude a esa España infernal de los ruidos a todas horas del día y de la noche, las groserías en las calles y las cadenas de televisión, los servicios caros y mediocres, la indefensión del consumidor, las obras enloquecidas y especulativas, los jóvenes extraviados en un hedonismo ramplón, la pérdida de autoridad de maestros y profesores, el caos del tráfico automovilístico... Se ha dado "carta blanca a los españoles actuales para acentuar hasta lo infrahumano su tradicional falta de urbanidad, pésima educación, descortesía, y por supuesto su ancestral tendencia al avasallamiento", escribe. Como demuestran el botellón y la telebasura, el egoísmo, el hedonismo y la vulgaridad más paroxísticos se han convertido en la gran seña de identidad nacional.
El fanatismo nacionalista
-el españolista del PP o el periférico del PNV, Batasuna, CiU, ERC y otros- es la expresión en la política de esta misma descomposición. En Estamos rodeados, Marías hace esta lúcida reflexión al hablar de Aznar, Pujol, Arzalluz, Fraga y otros líderes tribales: "No sé qué les pasa a todos, quizá estamos pagando la profunda huella de Franco: hasta quienes lo combatían se aprendieron bien su estilo, sus métodos, su desdeñosa y ufana cortedad de luces, su desconsideración hacia la ciudadanía, su tranquilidad de conciencia en las injusticias, su carácter obsesivo y corrupto, su nacionalismo tonto, tonto, tonto, su identificación de la patria con su persona". Lo curioso, señala Marías, es que este "patriotismo de aldea", que amenaza con llevarnos a la balcanización, coexiste con una americanización estúpida, de papanatas, que imita simiescamente lo peor del imperio.
Marías cesó su colaboración con El Semanal cuando este suplemento dominical censuró un artículo suyo sobre las religiones, titulado Creed en nosotros a cambio. Era un apoyo a Arturo Pérez-Reverte, que había topado con la Iglesia, "o más bien con sus beatas y monaguillos más coléricos", y concluía así: "El Dios o los dioses -su idea- poco tienen que ver con las Iglesias; y si bien se mira, éstas casi son la negación de aquéllos". Es una afirmación que, como tantas otras de este libro, suena de lo más razonable.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 29 de noviembre de 2003