HOY ES POSIBLE, en cualquier arte, incluida la danza, hacer pasar por destrezas artísticas, por golpes de ingenio, lo que no es más que un batiburrillo de ocurrencias. En literatura ya que no cabe hablar de preceptiva, y después del surrealismo, que abrió la mente a la libre asociación, y del psicoanális, que nos convirtió a todos en sujetos épicos, la escritura es un terreno que cada cual puede cultivar como quiera. Así lo entiende Txema García Nieto (Baracaldo, 1965), quien en su primera novela, El hombre oscuro, compone una narración tan embrollada y conceptualmente tan opaca que se resiste a cualquier propuesta de sentido. Intentar precisar qué cuenta esta novela sería una empresa tan delirante como la verborrea a que el narrador somete su prosa: "Esta historia que podría resumirse o no empezarse, pero que por decidido empeño y por dejar constancia, continúo, aunque sé que a nadie importa o al menos a nadie que viva y tenga ojos para leerla". No se cuenta nada; se cuenta el esfuerzo de contar que, por lo demás, no sucede en un ámbito real, sino en la cabeza del narrador, en la fantasía de que, para demostrar la propia existencia, la única solución es el crimen, según postula la cita de Baudrillard que abre el libro. El hombre oscuro es, así, una novela informe, desatentida de la materia que debería nutrirla, un ejemplo conspicuo de impudorosa verbosidad y un modelo prístino de lecturas mal asimiladas de Beckett, Bernhard y Javier Marías, entre otros. Y, sin embargo...
Sin embargo, García Nieto posee un poderío verbal muy meritorio, digno de mejor causa. Consciente de que "escribir es eso, dudar de todos y de ti mismo", necesitaría depurar su desenfrenado apego a la abstracción y probar a concretar lugares, personajes y situaciones. La duda de todo, en términos narrativos, es inviable si sólo es un estado mental, y no supone ningún avance si embarranca en la opacidad.
El hombre oscuro. Txema García Nieto. Elea. Bilbao, 2003. 135 páginas. 15 euros.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 29 de noviembre de 2003