Está visto que las apariencias engañan. Esa muchacha de aspecto frágil, desvalido y con mirada de gacela herida que se acuclilla en la portada del único álbum internacional de Carmen Consoli resulta ser en directo un torbellino escénico de primera magnitud, un animal de dulce fiereza que encadena una canción tras otra sin un solo respiro.
Consoli conjuga carácter, actitud y lirismo, una fórmula que le ha reportado ventas sustanciosas en Italia y la ha erigido en musa precoz entre quienes no se conforman con melodías cándidas pero ramplonas.
A sus 29 años, la cantautora de Catania dispone ya de cinco discos muy apreciables en el mercado local, aunque la bobería del pensamiento globalizado haya propiciado que la mitad de su único trabajo disponible en España esté interpretada en inglés.
Carmen Consoli
Carmen Consoli (voz, guitarra acústica), Massimo Rocaforte (guitarra eléctrica, mandolina), Andrea Costa (violín), Gionatan Costa (violonchelo). Sala Caracol. Madrid, 27 de noviembre.
A pecho descubierto
Consoli arrancó su concierto madrileño a pecho descubierto, rasgueando en solitario su guitarra en temas como Moderato in re minore, y sólo a partir del cuarto tema, el furibundo Geisha, empezó a dar paso a una banda de acompañamiento nada convencional pero muy eficaz a la hora de encarnar esa ambivalencia entre la ternura de las cuerdas y el desgarro de una guitarra eléctrica.
Dueña de una voz poderosa y a veces casi negroide, Carmen Consoli hunde sus referencias estilísticas en el punk-folk temperamental de mujeres como Mary Margaret O'Hara y, sobre todo, Ani DiFranco, pero en ella también termina aflorando la tradición melódica de la canción italiana. Tal vez por ello, las piezas de Consoli suelen desembocar en estribillos rotundos como himnos; a veces algo reiterativos, pero algunos tan hermosos como los de L'eccezione o L'ultimo bacio, que dio título a una reciente película de Gabriele Muccino.
Al final, jaleada por una nutrida representación de compatriotas que llenaban el local, la autora de Contesa Miseria o Parole di burro terminó regalando hasta tres tandas de bises; la última, ya envalentonada, con hondas descargas de blues y una magnífica revisión del Piece of my heart de Janis Joplin. Lo dicho: todo un carácter.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 29 de noviembre de 2003