Suena el himno de Riego. La confusión se adueña de los tenistas españoles. Mayor es aún entre la hinchada australiana, que
ve cómo los aficionados españoles abuchean su propio himno, o así lo creen. Una situación anecdótica, como muchas otras que han sucedido con los símbolos españoles en diferentes acontecimientos, como se nos ha recordado en los medios al respecto. Sin embargo, el señor Gómez Angulo se agita ruidosamente en el palco, y amenaza con retirar el equipo y con protestas diplomáticas. Exige una investigación para depurar responsabilidades y afirma que es una ofensa para todos los españoles, y que con los símbolos no se juega. Sus capitostes de Madrid le respaldan y jalean.
Sin embargo, no escuchamos (o al menos no las recuerdo) tan airadas protestas cuando en otro de esos deslices se usó la bandera preconstitucional del Una, Grande y Libre no ha mucho en otro evento deportivo. Ni cuando el hermanísimo Jeff Bush felicitó al "presidente de la República española", eso sí, sin himno de Riego.
Errores de este tipo han sucedido, suceden y sucederán. Y, sea cual sea su signo, no pasan de ser anécdotas.
A veces, la medida a un gobierno se da cuando no saben diferenciar lo anecdótico de lo fundamental, lo capital de lo risible o accesorio. A veces, a los gobiernos se les ve el plumero.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 2 de diciembre de 2003