El Besòs, el mismo río que fue calificado hace unos años de "cloaca al aire libre" por un juez, vuelve a albergar vida en su interior y en sus orillas. Hace apenas unos años, el cauce del Besòs era un magma infecto y purulento. Los habitantes de Montcada vivían los veranos como un suplicio porque desde el lecho del río sólo llegaban hedores nauseabundos. Luego, empezaron los trabajos para depurar las aguas, para perseguir a las empresas que lo utilizaban como vertedero. Se plantó carrizo, cuyas raíces limpian el agua y metabolizan la porquería aportada por la mano del hombre. Se limpiaron los márgenes y se inició la sustitución de las torres eléctricas que destrozaban cualquier intento de mirada. Ahora han llegado los peces y los pescadores: la vida en suma.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 3 de diciembre de 2003