Madrid ha amanecido amarga, Dulce; y Zafra, y Bagdad y Tindouf y Bombay. Amarga porque no estás, porque no te encuentran, porque les falta tu azúcar.
El lunes en el Congreso me acordé de ti, como tantas veces. En cada rostro, cada palabra, cada mujer republicana homenajeada por fin, estabas tú.
No es casualidad; te has ido justo después de que la Casa del Pueblo abriera sus puertas a la memoria, "a la voz dormida".
No es casualidad, porque siempre le pusiste voz al olvido, y letra, para que no se impusiera.
No es casualidad, porque siempre le pusiste voz a la justicia, y letra para que no se rindiera.
No es casualidad, porque fuiste la flauta de un millón de "combatientes civiles", que entraron en la Puerta del Sol sin más armas que la palabra.
No es casualidad, porque fuiste la voz de ese 90% de sentido común.
Leo una y otra vez las palabras que me dedicaste en el Club Siglo XXI y soy afortunada, me las quedo para mí, Dulce. Nunca nadie me dirá nada tan hermoso, nunca nadie las superará.
En palabras de una mujer republicana, "no me quedan lágrimas, sólo gritos", y seguiré gritando, Dulce, como ciclón o como huracán, como tú me enseñaste, como tú me dijiste.
Leire Pajín Iraola es diputada en el Congreso.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de diciembre de 2003