"Viendo que teníamos el partido en contra, en la segunda parte hemos arriesgado", proclamó Puyol, rocoso como siempre. Y allí fueron sus compañeros, Quaresma, Overmars, Kluivert, Saviola y Gerard a rematar a la portería del Madrid, que durante media hora soportó un buen asedio. En el centro del remolino, a gusto como él se encuentra en esas situaciones, Casillas metió un guante tras otro. Tres paradas hizo el portero de Móstoles: con 0-0 sacó un balón que se le metía rozando el larguero, en una falta lanzada por Xavi; con 0-1 paró un tiro fulminante de Overmars, que entró por su derecha, cerca de la escuadra; y con 1-2 se interpuso entre la bota de Gerard y el balón, tras parar un cabezazo del centrocampista azulgrana en una jugada que desencadenó una trifulca. Manos prodigiosas.
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Casillas salió del lío tapándose la cara, como herido. Gerard le recriminó algo, fuera de sí. El árbitro debió intervenir. Y lo cierto es que Casillas, un tipo que habla poco, comedido, parecía crecido, desafiante. Le ocurre en partidos como el de ayer. La jugada también lo forzó, porque si no sufrió una grave lesión fue una casualidad. Tampoco es que el azulgrana tuviera culpa, porque simplemente se deslizó y el impacto resultó inevitable.
Raúl, el capitán, volvió a hablar en ese tono angelical y generalista que le ha acrecentado el brazalete: "Estoy contento por la satisfacción que le hemos dado a la afición; es una espina que nos hemos quitado después de 20 años. En el cómputo general del partido, el Madrid ha sido muy superior, y si hubiésemos apretado más después del 0-1 hubiéramos ganado mejor, con más facilidad".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de diciembre de 2003