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Crónica:FÚTBOL | El gran clásico

Civismo en el Camp Nou

La afición reservó sus silbidos especialmente para Figo y mantuvo un comportamiento modélico

Una tremenda sensación de frustración y pitos, pitos y pitos, especialmente para Luis Figo. Sólo hubo eso. El Camp Nou, mudo en el descanso y mudo al final, pasó página tras el bochornoso espectáculo de hace un año, hizo caso a los llamamientos a favor del civismo de la directiva y sólo se reservó el derecho de maltratar los oídos del portugués. La junta de Joan Laporta hizo un esfuerzo gigante para dulcificar el clásico, para romper drásticamente con la política de su antecesor, Joan Gaspart, y por su compromiso férreo contra la violencia. Los boixos, recluidos en el Gol Norte, cumplieron su tregua a medias: repitieron sus insultos a Laporta y le pidieron su dimisión. No se les oyó mucho: desde que entran por la puerta de atrás cada vez son menos.

La historia estaba casi escrita y el Camp Nou intuía desde hace días que esta vez su actitud de ayer sería modélica y que sería imposible frenar la jerarquía del Madrid tras la depresión que azotaba al Barça. La afición, eso sí, ignoró el puente, llenó la grada, acogió el partido con la misma aprensión que el equipo esperando un milagro que empezó a disiparse con el gol de Roberto Carlos y con el ya definitivo de Ronaldo, aplaudido incluso cuando fue sustituido. La sentencia estaba escrita: el 5-1 del Málaga dejó al Barça deprimido y víctima casi de un ataque de histeria. Tampoco había datos para el optimismo: de los ocho partidos jugados hasta ayer solo había ganado dos. Los galácticos pasaron como una apisonadora sobre el círculo virtuoso de Laporta.

"Yo pido a la gente un poco de paciencia y que crean en nosotros. Y quiero felicitar a la afición por su elegante comportamiento", dijo Laporta al final del encuentro. Florentino Pérez, presidente del Madrid, dijo que la afición del Barça había merecido "un 10". La historia, al menos en eso, ha cambiado en el Barça, que vivió el primer clásico con Figo vestido de blanco en un ambiente bélico y que se desquició en el de hace un año con la lluvia de objetos al césped, cabeza de cochinillo incluida.

Esta vez fue todo muy distinto. La junta quería que el clásico fuera ejemplar para no recordar a nadie, entre otras cosas, que el Camp Nou aún no ha cumplido su sanción de cierre por los incidentes de hace un año. Primero Beth animó la velada cantando cuatro piezas y Alex Corretja y Albert Costa jugaron un tie break en una improvisada pista de tenis de hierba con más espectadores en directo de la historia y entrar así en el guiness. El partidillo se siguió con el mismo silencio que el Godó y aquél sólo se rompió cuando empezó a calentar en solitario Iker Casillas, recibido con una estruendosa pitada. Corretja acabó por la vía rápida la muerte súbita (8-6) y el Madrid recibió el abucheo de rigor. Pero sólo unos segundos. Minutos después, nadie hubiera dicho que el equipo que calentaba con chándal azul y blanco era el galáctico.

Luego, las pantallas gigantes fueron recordando los goles de otros clásicos, marcados por jugadores caídos como Luis Enrique o Rivaldo. Ronaldinho sólo aparecía en pantalla para animar a los aficionados a participar en la maratón de TV·3 a favor de las personas que padecen enfermedades crónicas. El palco, presidido por Jordi Pujol, recibido con Els Segadors, reunió a la flor y nata de los pactos políticos de la Generalitat. Todo estaba listo: Roberto Carlos frustró al Barça y Ronaldo zanjó la nohe. El estadio mantuvo por momentos un silencio sepulcral. El gol de Kluivert llegó tarde y la gente se desgañitó hasta el final. Pañuelos, algún grito esporádico de Así gana el Madrid y el silbido definitivo. Y un silencio denso para asumir la primera victoria del Madrid en 20 años.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de diciembre de 2003