No hubo sorpresa. Zatoichi, de Takeshi Kitano -que ya obtuvo el premio al mejor director en la pasada edición del Festival de Venecia-, se alzó ayer con los máximos premios de la 36ª edición del Festival de Sitges. Para él fueron el galardón de mejor película y el premio del público, aunque compartido con Kill Bill, de Quentin Tarantino, la sensación de esta edición. Además, su banda sonora se alzó con el premio de su categoría.
La segunda película más mencionada en el palmarés del festival fue la francesa Haute tensión. Este filme vio premiado a su director, Alexandre Aja, al autor de sus efectos de maquillaje, Gianetto de Rossi, así como a su actriz principal, Cécile de France. El premio al mejor actor masculino fue, con todo merecimiento, para Robert Downey Jr., que borda su difícil papel protagonista en El detective cantante.
El premio de la sección Orient Express, dedicada al cine asiático, fue para la simpática peripecia de lucha Ong-bak, del tailandés Prachya Pinkaew, mientras que la crítica premió, también con todo merecimiento, al austriaco Michael Haneke por Le temps du loup. Haneke obtuvo, igualmente, el premio al mejor guión, mientras la fotografía fue para el tailandés Decha Seementa por su sólido trabajo en The
Tesseract, de Oxide Pang.
El jurado, compuesto por el guionista Jorge Guerricaecheverría, el director Daniel Monzón, el directivo televisivo Ramón Colom y la periodista Desirée de Fez (quien sustituyó a última hora a la directora María Ripoll), todos españoles; el crítico pakistaní Omar Alí Khan, el distribuidor Hamish McAlpine y el dibujante Kevin O'Neill, ambos británicos, cumplió con las expectativas. Sólo olvidó, en la abundante pedrea de hasta 13 galardones que le tocó dirimir, al chileno Raúl Ruiz, que vio injustamente silenciado su Ce jour là.
En cambio, se antoja un botín excesivo los tres galardones que ha cosechado el filme gore titulado Haute
tension, del que nada cabe objetar a su protagonista, la estupenda Cécile de France, que se pasa buena parte de la película en el encuadre y que soporta ella sola todo el edificio de la cinta. Pero sí que Alexandre Aja sea el mejor director: es un insulto compararlo con, sin ir más lejos, Ruiz o Haneke, por no mencionar ya a Kitano o Takashi Miike, el inclasificable cineasta japonés que fue recompensado, en cambio, con el premio especial del jurado y con el galardón que se concede a los mejores efectos visuales. Y nada hay que objetar, en fin, ni al premio a la mejor dirección artística, para Scott Gallagher por la creación de la malsana atmósfera de La matanza de Tejas, ni el premio a la coreana Lee Soo-yeon, al director/a relevación, por The Uninvited.
En cuanto al balance global, Sitges clausuró ayer la tercera edición conducida por Ángel Sala con resultados desiguales. Por una parte, el cambio de fechas -de octubre a diciembre- que es, por lo que parece, una sólida apuesta de futuro, no provocó un descenso pronunciado del número de espectadores. Pero, por el otro, tal vez esté en ese mismo cambio la causa de la deserción masiva de invitados: si hay una asignatura que deja la presente edición para aprobar en el futuro, es ésta. Porque si se sigue realizando en estas fechas siempre coincidirá con el Día de Acción de Gracias, momento en que en EE UU comienza la promoción de la campaña navideña, lo que hace imposible que determinados cineastas viajen.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de diciembre de 2003