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ELECCIONES EN RUSIA

Putin confía en lograr hoy una mayoría fiel en el Parlamento ruso

Unos 110 millones de votantes, convocados para elegir a 450 diputados

Rusia celebra hoy sus cuartas elecciones legislativas desde la desintegración de la URSS en 1991. En juego está si Vladímir Putin obtiene una cómoda mayoría en la Duma de 450 diputados, que le permita ejecutar sus planes tras ser reelegido en los comicios presidenciales de marzo de 2004. En juego está también si los liberales rusos consiguen mantener su presencia en el Parlamento, donde han estado presentes hasta ahora.

Las ideas nacionalistas y el autoritarismo se han afianzado en los últimos años

A las urnas han sido convocados más de 110 millones de electores, dispersos por una geografía de 11 husos horarios (desde la península de Kamchatka en el Pacífico, donde abrieron los primeros colegios electorales cuando era la noche de ayer en España, al enclave de Kaliningrado en la costa báltica). Compiten 23 formaciones, de las cuales tres tienen claras posibilidades de clasificarse: Rusia Unida, partido de los seguidores de Putin, el Partido Comunista y el Partido Liberal Democrático del demagogo populista Vladímir Zhirinovski. Los dos partidos liberales, la Unión de Fuerzas de Derechas, de encabeza Borís Nemtsov, y Yábloko, que dirige Grigori Yavlinski, están en la cuerda floja y podrían no rebasar el 5% necesario para entrar en la Duma. De los 450 mandatos parlamentarios, 225 se adjudican por listas de partido y 225 por circunscripciones nominales.

Una de las novedades de la campaña ha sido la proliferación de pequeños partidos, apoyados por el Kremlin con el fin de quitar votos a los comunistas. El más importante es Ródina (Patria), pero hay otros, como el de los Jubilados, el de la Justicia Social y el Popular Republicano, así como el del Renacimiento y el de la Vida, que encabezan, respectivamente, el jefe de la Duma Estatal y el del Consejo de la Federación o cámara de las regiones.

Con Ródina, el Kremlin ha "sacado el genio de la botella", al crear un foco de consolidación de fuerzas nacionalistas con una retórica de izquierdas, que serían difíciles aliados para una política económica de corte liberal. En relación a comicios anteriores, las listas de candidatos muestran un aumento del número de empresarios que aspiran a la inmunidad personal por la vía del parlamentarismo y una creciente presencia de funcionarios y veteranos de los órganos de seguridad.

Las elecciones se celebran sobre un telón de fondo caracterizado por los efectos benéficos de los petrodólares en lo económico y un creciente autoritarismo y restricción de los espacios democráticos en lo político. Según el analista Valeri Paniushkin, todos los partidos se han visto obligados a tomar posiciones respecto a cuatro temas: el Imperio, la revancha rusa, la renta de la naturaleza y el presidente Putin.

En lo que se refiere al Imperio, unos lo conciben como un mecanismo de poder y autoridad (Rusia Unida) y otros, como una zona de influencia económica rusa (Anatoli Chubáis de la Unión de Fuerzas de Derechas) y otros como la victoria en la segunda Guerra Mundial (Ródina). La revancha rusa supone una afirmación de la identidad cultural y étnica rusa respecto a otras comunidades integradas en el concepto más amplio de ciudadano. La renta de la naturaleza, es decir, los beneficios procedentes de la explotación de los recursos naturales, ha sido el eje de un debate sobre la justicia social y los beneficios excesivos de las empresas extractoras. En cuanto al presidente Putin, han llamado la atención las escasas críticas a su persona.

Si algún partido defiende hoy la libertad en Rusia, señalaba Paniushkin, lo hace "de forma local y en pequeñas cosas". Yábloko, por ejemplo, se manifiesta contra la destrucción forestal y los Automovilistas de Rusia, que también compiten, contra la arbitrariedad de los funcionarios, y todo ello ocurre "como si en el país no hubiera torturas, como si la gente no desapareciera, como si no hubiera una guerra que dura desde hace cinco años sin pausa y sin fin".

La clase política, sin embargo, es fiel representante de la sociedad rusa, donde las ideas nacionalistas y el autoritarismo se han afianzado en los últimos años. Esta circunstancia hace que algunos analistas liberales vean hoy con buenos ojos al carismático Vladímir Zhirinovski, que expresa ideas aberrantes con brillantez para acabar votando después en el Parlamento como el Gobierno quiere. Zhirinovski asustó al mundo con su retórica fascistoide en las legislativas de 1993 cuando obtuvo el 23% de los votos, pero hoy desactiva en la farsa el odio social y hace reír incluso a sus más enconados enemigos en Rusia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de diciembre de 2003