El salón de plenos del Ayuntamiento de San Fernando de Henares fue ayer, 25º aniversario de la Constitución, escenario de una ceremonia insólita y conmovedora. La alcaldesa Montserrat Muñoz de Diego, de Izquierda Unida, y el equipo municipal de gobierno, formado por PSOE y PP, tributaban un homenaje a aquellos trabajadores, empleados y amas de casa de la vecindad que "con su sufrimiento, generosidad y valentía en la lucha por la democracia hicieron posible conseguir para todos los derechos y las libertades que la Constitución de 1978 consagra".
Las palabras de la alcaldesa -"la Constitución fuisteis vosotros"- eran escuchadas con emoción y recogimiento por dos centenares de convecinos, en su mayoría gentes de edad que ya peinan canas. Ellas y ellos, décadas atrás y bajo la dictadura franquista, desde cuatro grandes empresas del área de San Fernando (Pegaso, Almico, La Continental y SKF), así como desde la calle, los hogares, las asociaciones vecinales y las aulas, comprometieron sus mejores años y energías en la lucha -entonces perseguida como ilegal- por mejorar las condiciones colectivas de vida y trabajo. Decenas de representantes de los trabajadores pagaron entonces el precio de su dignidad con el despido, las multas, las detenciones o la prisión.
La emoción llegó hasta las lágrimas cuando la alcaldesa llamó al estrado a Isabel y Pedro Pérez Vega. Ambos son hijos de Pedro Pérez Hernández -"un hombre bueno y luchador" como lo definió su hija-. Por ser miembro del Partido Comunista de España, en 1963 fue detenido y torturado. "Cuando yo iba a la cárcel a recoger su ropa, al descubrir en ella sangre o mercromina y preguntarle qué le había sucedido, siempre me respondía: 'No es nada, hija mía, no es nada", cuenta apenada Isabel. Tras su última detención, Pedro murió. Tenía 37 años y cuatro hijos.
"Para impedir el marcaje de la Brigada Político-social", dice Ángel Arranz, de 58 años, dirigente local del PCE y de CC OO de Pegaso, "nos reuníamos a la vera del río alrededor de una botella de vino y unos tomates". La treta no siempre sirvió: fue detenido nueve veces. "En otra ocasión me hallaba en Sol, en la Dirección General de Seguridad, esposado a una silla; mi interrogador, de nombre Conrado, me espetó: 'Seguro que si pudieras matarme lo harías...'. Yo le respondí con sorna: 'Pues sí'. Entonces me golpeó y me rompió los labios y un diente". Conchi, empleada de Almico, cuenta, por su parte: "Siempre milité en UGT. Las condiciones laborales eran durísimas, pero con la lucha de todos cambiamos las cosas".
Sesenta hombres y mujeres recibieron de la alcaldesa un reloj con el escudo del Ayuntamiento y un abrazo de gratitud. Quien quiso cogió claveles rojos de un montón que destellaba a la salida. Allí, una bandera con el escudo constitucional flameaba vivamente al viento invernal.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de diciembre de 2003