"Travestido y ceramista". Así se definió anoche Grayson Perry al recibir, en la galería Tate Britain, el Premio Turner, uno de los más prestigiosos del arte contemporáneo. "Aunque causo más problemas al mundillo del arte por ser ceramista que travesti", concluyó tras dedicar el tributo y el cheque (de 28.000 euros) a su esposa, Phillipa.
Perry acudió a la gala londinense como su álter ego, Claire, una figura constante en su obra creativa que le permite explorar su lado femenino. Luciendo un vestido violeta, con lazos azules, sobre capas de enaguas, recogió con orgullo el premio de manos del artista pop Peter Blake. A sus 43 años veía recompensadas dos décadas de esfuerzo al frente de la vanguardia artística. "Mi trabajo siempre ha tenido algo de táctica guerrillera, de aproximación furtiva", comenta en el catálogo que acompaña la exposición de los cuatro candidatos al galardón anual de la Tate.
Perry trabaja en cerámica, un arte tenido por menor y que anoche, en la 20ª edición del Turner, fue elevado de categoría. Sus piezas son, en la distancia, inocentes, decorativas, atractivas. Es al aproximarse cuando se descubre el explosivo mensaje de su contenido: dolor infantil, asesinatos, actos de pederastia. El autor reflexiona sobre las fracturas de la sociedad contemporánea. Junto a Perry, aspiraban al Turner los hermanos Jake y Dinos Chapman, Willie Doherty y Anya Gallacio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de diciembre de 2003