Rabia, impotencia, dolor ante la muerte y la violencia... Pero también amor esperanzado, ilusión por la vida, confianza en que "la humanidad deje algún día de ser necia" y sienta no odio, sino "compasión frente a los errores ajenos". Todo este cóctel de sensaciones lo vuelca en escena Rossy de Palma, a partir de hoy (22.30), en el María Guerrero, con su espectáculo Sombra y cuna.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 10 de diciembre de 2003