"San Arturo virgen y mártir" vuelve a meterse en una causa imposible. Un amigo de Granada, su ciudad natal, rebautizó así a Arturo Moya, de 61 años, cuando en 1994 encabezó la candidatura de Poder Andaluz a la presidencia de la Junta de Andalucía. Con tal expresión, el amigo ponía énfasis en el "embolao" en el que Moya quiso meterse al aceptar ser el cartel electoral de la coalición formada por el Partido Andalucista y el Partido Andaluz de Progreso que Pedro Pacheco fundó tras su primera escisión de aquel.
Su nueva tarea, procurar devolver la normalidad urbanística a Marbella, tampoco es un chico embolao. Moya llega a su nuevo cargo de la mano del tejido empresarial marbellí, preocupado por las últimas resoluciones judiciales que empiezan a poner pie en pared sobre el cúmulo de ilegalidades urbanísticas cometidos en la ciudad desde que Jesús Gil llegó a la alcaldía en 1991. A los promotores con intereses en Marbella no le queda más remedio que buscar puntos de acuerdo con el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía sobre la planificación urbanística de la ciudad, y sobre las compensaciones por tantos desmanes. Mantiene además muy buenas relaciones con ciertos sectores del PSOE y del Gobierno andaluz, aunque la primera reacción de éste ha sido ignorar la interlocución de Moya.
Arturo Moya es un hombre de empresa con vocación política y con aureola de dialogante. Con su fichaje, el equipo de gobierno no incorpora a un técnico para redactar el PGOU, sino a un negociador que busque consenso sobre los criterios a seguir. Entre 1977 y 1982 fue diputado en el Congreso y asesor del presidente Adolfo Suárez con rango de vicesecretario. Desde entonces y hasta su segunda aventura política de 1994 -con Poder Andaluz ni siquiera logró escaño en el Parlamento-, disfrutó de cierto éxito empresarial. Fue presidente de Papelera del Mediterráneo y de El Correo de Andalucía, vicepresidente de Partecsa y consejero del Banco de Granada y de la sociedad Financiera y Minera. Presidió la Cámara de Comercio de Sevilla, y actualmente es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Antares.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de diciembre de 2003