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Crítica:CLÁSICA | The Sixteen y The Simphony of Harmony and Invention

El Mesías prometido

Todos los años por estas fechas se anuncian muchos Mesías -de Händel, claro-. Pero la mayoría resulta ser falsa de toda falsedad y a veces ni uno solo se asemeja al Mesías prometido, al esperado, al que nos haga ver que esa música, escuchada tantas veces, encierra el genio de su autor concentrado en un par de horas y, bien hecho, nos redime de muchas de nuestras culpas filarmónicas. Hay veces que nos quedamos cerca, que parece que por fin se cumplirá el advenimiento, y nada. Pero el jueves, sí. El jueves en Madrid tocamos el cielo con las manos, metimos el dedo en la música, vimos para creer y escuchamos para gozar. Algo debió de intuir el aficionado, de ordinario un poco remiso con este ciclo de los Conciertos de la Tradición, pero que esta vez debió de olerse lo que se cocía y casi llenó el Auditorio.

El Mesías

De Händel. The Sixteen. The Simphony of Harmony and Invention. Harry Christophers, director. Linda Russell, soprano. Robin Blaze, contratenor. Thomas Randle, tenor. Jonathan Gunthorpe, bajo. Auditorio Nacional. Madrid, 11 de diciembre.

En fin, que llegó ese Mesías prometido, que se obró el prodigio, aunque llamarlo así no sea justo, pues los resultados logrados por Harry Christophers y sus huestes no son sino el fruto de veinticinco años de trabajo, de investigación y de bien hacer. Hoy The Sixteen está en la cumbre y lo suyo es de no creer. Qué expresividad, qué flexibilidad, qué técnica -en el Aleluya, sin ir más lejos- y qué belleza vocal. Hubo un ejemplo inolvidable: el Todos, como ovejas..., momento supremo de una sesión que no será fácil olvidar. The Simphony of Harmony and Invention, por su parte, es una orquesta que suena delicada y firme, pero a la vez redonda y plena, con un continuo de exquisito buen gusto y un trompeta sensacional que pareció ángel de la luz en su peliaguda intervención de la tercera parte.

Las voces solistas cumplieron sin problemas. Fue una lástima la sustitución de esa gran promesa que es Carolyn Sampson por la siempre segura Linda Russell y su voz algo aniñada. Thomas Randle suple cierta falta de volumen con una línea muy musical, como Jonathan Gunthorpe. Robin Blaze es, simplemente, un gran contratenor, uno de los mejores, de los de voz más hermosa y estilo más exacto. A todos los dirigió Christophers con esa forma tan suya de moverse entre sus músicos y, sobre todo, con ese sentido händeliano que hace que el compositor germano-británico se nos presente bajo una luz distinta, desde la naturalidad y hacia la trascendencia, con claridad bien fundada. Está, sin duda, en su mejor momento el director de Kent. Será porque este mismo mes -el día 26- cumple los cincuenta. Felicidades, muchas gracias y vuelva usted cuando quiera.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 13 de diciembre de 2003