El martes llegué de un viaje a la estación de Sants y en cuestión de segundos me dejaron en pelotas. Me lo robaron todo. Todo lo que tenía en una mochila que había dejado entre mis piernas y de la que tiró alguien que no merece trato de persona. Se puede ser ladrón, pero ladrón es quien sabe lo que roba, quien tiene unos objetivos, un plan... Podría ser que tuviera tres millones en mi mochila porque me acababa de tocar el bingo, pero no creo que ésta sea la radiografía típica de una mochila. Te ves despojado de unos bienes inmateriales insustituibles por dinero (fotos, libros, escritos...). En mi caso, lo material brillaba por su ausencia porque no tenía ni un duro, pero sí todas esas cosas que sólo tienen valor para su propietario. Con esto, lo que pretendo señalar es que pierde más el robado de lo que puede llegar a ganar el que roba. Sólo unos datos: en el último mes tres personas de mi entorno más próximo han sido robadas de manera similar y en comisaría me dijeron que atienden unas 600 denuncias diarias. Da que pensar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 14 de diciembre de 2003